Etimológicamente, la palabra felicidad proviene del latín felicĭtas, felicitātis, que a su vez se deriva de felix, felīcis, que significa ‘fértil’, ‘fecundo’.
¿Cuál es el origen de la palabra felicidad?
FELICIDAD – La palabra felicidad significa sentirse satisfecho, dichoso, contento. El trmino procede del latn fēlīcĭtas, ātis, que significa felicidad, fortuna, placer, alegra, buena estrella, buen destino, en escritos del romano Cicern (s. I a.C.) y fecundidad, fertilidad de la tierra y de las plantas segn Plinio (s.I.d.C.).
La palabra fēlīcĭtas procede a su vez del adjetivo fēlix, que en origen significa ‘fecundo’, ‘frtil’, ‘productivo’, ‘fructfero’, ”fructificacin abundante de los rboles’; pero tambin ‘prspero’, ‘bienaventurado’, ‘afortunado’ ‘feliz’, ‘dichoso’, ‘favorable; tambin ‘rico’, ‘opulento’, ‘hbil’, ‘propicio’, que es el sentido que toma en las palabras feliz y felicidad.
Las palabras latinas fēlīcĭtas, felix, fecundo (fecundar, fertilizar), de fecundus (frtil, abundante, rico, lucrativo), fenus (ganancia, lucro), filius (hijo), fellatio (felacin), fellator (que chupa), fello (chupar), feliciter (felizmente), estn vinculadas a la raz indoeuropea *dhe(i) = mamar, amamantar. A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z ↑↑↑ Grupos Anteriores ↓↓↓ Grupos Siguientes Los iconos de la parte superior e inferior de la pgina te llevarn a otras secciones tiles e interesantes. Puedes encontrar la etimologa de una palabra usando el motor de bsqueda en la parte superior a mano derecha de la pantalla. Escribe el trmino que buscas en la casilla que dice Busca aqu y luego presiona la tecla “Entrar”, “↲” o “⚲” dependiendo de tu teclado.
¿Cuál es la raíz de la palabra feliz?
FELIZ – El adjetivo feliz viene del latín felix, felicis ‘fértil, fecundo’ (aplicado también a tierras y a árboles) y luego ‘feliz’. El sufijo -ix parece dar a entender que en un principio era una voz femenina (como actrix ). Tiene la raíz indoeuropea * dhe(i) -, ‘mamar’, que ya hemos visto en femina (ver: fémina ) con un alargamiento -L- que se encuentra en el latín felare/fellare ‘mamar’ (de donde felación ) y en el griego θήλυς (thêlus) ‘hembra’ y θηλάζω (thelázo) ‘amamantar’.
- Esta misma raíz latina la encontramos en fecundus (ver: fecundo ) y en filius ‘ hijo ‘.
- Familia léxica: felicidad, infeliz, felicitar, felicitación, etc.
- Para denotar el concepto de “feliz” el latín tenía tres adjetivos: fortunatus en origen ‘colmado de suerte o fortuna’, beatus originalmente ‘colmado de bienes o riqueza’ (ver: beato ) y felix originalmente ‘beneficiado por la fecundidad ‘.
– Gracias: Pedro Menoyo Bárcena Avísanos si tienes ms datos o si encuentras algn error. Miembros Autorizados solamente: A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z ↑↑↑ Grupos Anteriores ↓↓↓ Grupos Siguientes Los iconos de la parte superior e inferior de la pgina te llevarn a otras secciones tiles e interesantes. Puedes encontrar la etimologa de una palabra usando el motor de bsqueda en la parte superior a mano derecha de la pantalla. Escribe el trmino que buscas en la casilla que dice Busca aqu y luego presiona la tecla “Entrar”, “↲” o “⚲” dependiendo de tu teclado.
¿Qué significa la palabra felicidad en griego?
En griego existen básicamente dos términos para referirse a la felicidad: eudaimonía y eutykhía, entre otros de acepción aproximada como euphrosýne (alegría), ólbos (dicha), euthymía (regocijo), etc.
¿Qué significa la palabra felicidad?
La felicidad es un estado emocional caracterizado por sentimientos de alegría, satisfacción y plenitud. Si bien la felicidad tiene muchas definiciones diferentes, a menudo se describe como un estado que involucra emociones positivas y satisfacción con la vida.
¿Quién creó el concepto de la felicidad?
El secreto de la felicidad, según 12 de los filósofos más sabios de la historia ¿Qué es la ? Es una pregunta que todos nos hemos formulado alguna vez en la vida. Cómo decía Séneca en su ‘De vita beata’, “todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente.
Aspiramos a ser felices y para ello intentamos descubrir qué es. Sin embargo, cada persona posee una respuesta, una definición de felicidad diferente, y es precisamente esa disparidad de opiniones ante una cuestión tan trascendental en la existencia del ser humano una de las razones de la aparición de la ética en la antigua Grecia.
Son muchos los pensadores que a lo largo de la historia han reflexionado sobre los secretos de la felicidad y cómo conseguirla. A continuación recopilamos las opiniones de doce de los filósofos más importantes de la historia. ¿Cuál es la que encaja más contigo? “No hay un camino a la felicidad: la felicidad es el camino.” Buda Gautama Muchas veces nos obcecamos en llegar a la meta, en conseguir el trabajo deseado, en ganar un partido, en tener el coche que anhelamos y es precisamente todo lo que hacemos para conseguirlo lo que aporta la felicidad.
- Según el, esta reside en las experiencias enriquecedoras que se viven para lograr un objetivo, ya que una vez se consigue lo que deseábamos la satisfacción es muy breve.
- Según la Real Academia Española de la lengua la felicidad es un “estado de grata satisfacción espiritual y física” “El secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos”.
Sócrates (470 a.C. – 399 a. C) Para el filósofo griego la no viene de recompensas externas o reconocimientos, sino del éxito interno. Al reducir nuestras necesidades, podemos aprender a apreciar los placeres más simples. “El hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de él mismo, ya no de los demás, ha adoptado el mejor plan para vivir feliz”.
- Platón (427 a.C.
- 347 a.C.) Según la Real Academia Española de la lengua, la felicidad es un “estado de grata satisfacción espiritual y física “.
- Esta definición encajaría bastante con la versión de Platón, ya que para el filósofo griego, alumno de Sócrates, radica en el crecimiento personal y es fruto de la satisfacción conseguida a través de pequeños logros.
“La felicidad depende de nosotros mismos”. Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) Ser feliz significa autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano. Aristóteles, discípulo de Platón, sostenía que todos los hombres perseguían la felicidad. Unos son felices ganando dinero; otros, recibiendo honores, y otros viajando. Busto de Aristóteles en Roma. (CC/Jastrow) “Las grandes bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene” Séneca (4 a.C.- 65 d.C.) El filósofo estoico creía firmemente en lo que los llamaran ahora el “locus de control”,
¿Dónde se produce la felicidad?
La hormona de la felicidad En nuestro organismo tenemos sustancias químicas que están relacionadas con la felicidad y nuestro cerebro es capaz de generarlas. Antes de hablar de la hormona de la felicidad, es importante conocer: Qué es la felicidad ? Desde la Psicología, la felicidad es una emoción positiva, un estado emocional positivo, relacionado con la satisfacción, motivación y la consecución de metas y objetivos.
Se trata de un bienestar subjetivo, que tiene una gran influencia sobre nuestros pensamientos, actitudes y conductas, El nombre de la hormona de la felicidad es SEROTONINA. La serotonina es una sustancia química que produce nuestro cuerpo de forma natural tanto en el cerebro como en los intestinos. Es un neurotransmisor hormonal que posibilita la conexión entre las neuronas y que actúa no solo en el cerebro sino también en otras regiones de nuestro organismo.
La serotonina resulta fundamental en la regulación del estado de ánimo y las emociones, ya que es capaz de generar las reacciones químicas necesarias para incrementar nuestros niveles de bienestar. El aumento de la serotonina en nuestro cuerpo genera automáticamente sensaciones de bienestar, relajación y positivismo.
Niveles bajos de serotonina se relacionan con sensación de tristeza, desánimo y puede llevarnos a la depresión. Los estudios actuales relacionan el déficit de serotonina con los estados agresivos, la ansiedad y el trastorno obsesivo compulsivo ( TOC ). La serotonina además de su función en la regulación emocional y su relación con la felicidad, posee otras funciones como la regulación del sueño, de la función intestinal, de la temperatura corporal, del apetito, de la función sexual y de la coagulación.
Entonces la clave es aumentar sus niveles de forma natural, para aprovechar todos sus beneficios psicológicos. Qué debo hacer? – Realizar actividad física regularmente. El ejercicio tiene beneficios antidepresivos al aumentar los niveles de serotonina.
Además el ejercicio favorece la liberación de endorfinas, relacionadas con el placer y el bienestar. – La serotonina se produce a partir del triptófano, por eso es importante consumir alimentos ricos en éste aminoácido. Los que más lo contienen son : Nueces, maní, chocolate negro, leche, queso y pescados.
– Los niveles elevados de estrés, disminuyen la serotonina. Por lo tanto se recomienda la práctica de ejercicios de respiración y relajación para controlar el estrés. – La falta de sueño tiene influencia en los niveles de serotonina. Es importante tener una buena higiene del sueño para nuestro bienestar psicológico.
- Los estudios nos indican que la vitamina D interviene en la producción de serotonina y sabemos que ésta sustancia se aumenta con la exposición solar.
- Se indica la realización de actividades al aire libre.
- El café y otras sustancias estimulantes en exceso, dificultan la producción de forma natural de serotonina.
– Finalmente, existen otras actividades que aumenta la producción de la hormona de la felicidad : Reírse, escuchar música, bailar y abrazar a las personas que queremos.
¿Qué es la felicidad en la psicología?
La Felicidad en Psicología – Blog de Psicología y Salud Desde el nacimiento de la psicología, se ha considerado que la felicidad es uno de los estados más elevados que el ser humano puede alcanzar. Sin embargo, el concepto de felicidad ha estado siempre sujeto a un intenso debate, surgiendo diversas definiciones y teorías al respecto.
Lo que resulta evidente es que la felicidad consiste, al menos en parte, en ser consciente de que uno es feliz y tiene un estado de ánimo positivo. Además, al contrario de lo que sucede con muchas otras cualidades de la salud mental, la felicidad es una experiencia subjetiva y relativa; por tanto la gente sabe cuando es feliz y cuando no lo es.
Como tal, no existen requisitos objetivos para ser felices: dos personas no tienen por qué ser felices por las mismas razones o en las mismas condiciones y circunstancias. También es un destino cambiante, Cuando conseguimos aquello que queremos aparecen nuevas metas, por lo tanto, somos felices durante unos minutos para luego dejar de serlo otra vez hasta que conseguimos nuestra nueva meta,
Desde la psicología, esta situación es llamada hedónica: la eficacia de un nuevo placer desaparece con el tiempo. Algunos estudios llevados a cabo desde el ámbito de la psicología, compararon a personas que decían ser felices con otras que padecían una ligera depresión. Los resultados obtenidos indicaron que las personas felices tienen opiniones más altas sobre sí mismas, tienen un mayor grado de optimismo y son más propensas a atribuir una relación directa entre las cualidades que poseen y los resultados de sus acciones.
De esta manera, podríamos definir la felicidad como -valga la reduncancia- el estado emocional de una persona feliz; es la sensación de bienestar y realización que experimentamos cuando alcanzamos nuestras metas, deseos y propósitos ; es un momento duradero de satisfacción, donde no hay necesidades que apremien, ni sufrimientos que atormenten.
- Para la psicología, la felicidad es un estado emocional positivo que los individuos alcanzan cuando han satisfecho sus deseos y cumplido sus objetivos y viene medida por la capacidad que hay en cada persona de dar soluciones a los variados aspectos que conforman su vida cotidiana.
- En este sentido, las personas que tengan cubiertos estos aspectos deberían ser más felices, sentirse autorrealizadas y plenas.
En teoría, el sentimiento de autorrealización y el cumplimiento de nuestros deseos y aspiraciones son aspectos importantes para sentirnos felices, No obstante, para ser felices a veces no es necesaria ninguna condición previa, y así, hay personas que están siempre felices y que se sienten a gusto con la vida y con aquello que les fue otorgado en gracia, y personas que, pese a que tienen todas las condiciones para estar bien, se sienten profundamente infelices.
- La infelicidad, por su parte, ocurre cuando nos enfrentamos a frustraciones en el intento por alcanzar nuestras metas, cumplir nuestros anhelos o lograr nuestros propósitos,
- En este sentido, lo aconsejable para mantener un estado de equilibrio propicio a la felicidad es alimentar pensamientos positivos y evitar a toda costa caer en el pesimismo.
Además de todo lo anterior, un componente que acompaña a la felicidad es el buen humor, ejerciendo ambos aspectos una influencia positiva tanto en la salud mental como en el resto de facetas de la vida de las personas. De hecho, el buen humor ejerce una influencia muy positiva sobre los pensamientos y sobre la conducta, aunque en muchas ocasiones las personas no son conscientes de ello.
No obstante, también conviene tener en cuenta que el mal humor actúa ejerciendo una influencia negativa en determinados aspectos de la vida del sujeto, por lo que en la medida de lo posible es aconsejable evitar los estados de ánimo negativos. Por tanto, ante la duda de si ver el vaso medio lleno o medio vacío, siempre se debe considerar la primera opción.
Un factor muy importante en relación a los estados de ánimo es la toma de conciencia acerca de los mismos, ya que en cierto modo dichos estados funcionan como un bucle que se retroalimenta. En este sentido, es frecuente que personas que se encuentran felices tengan pensamientos positivos y lleven a cabo conductas que tienden a mantener o aumentar dicho estado de felicidad, mientras que las personas que están malhumoradas tienden a presentar pensamientos y conductas en consonancia con su situación, lo que les lleva a continuar y perpetuar dicho estado de ánimo negativo.
- Un aspecto que se discute actualmente en psicología es si los pensamientos positivos sobre uno mismo, la percepción de control personal y sobre las perspectivas de futuro conducen a la felicidad, o si resulta más plausible la relación inversa de causalidad.
- De este modo, resulta sencillo pensar que el sentirse feliz o satisfecho puede llevar a las personas a sentirse más a gusto consigo mismas, con su capacidad para controlar lo que sucede a su alrededor y con sus perspectivas de futuro.
De hecho, la evidencia científica indica que es tan probable una relación de causalidad como la otra. Por tanto, se puede afirmar que los pensamientos positivos, el control personal y el porvenir son significativos porque actúan como estimulantes de la capacidad personal para ser felices o estar satisfechos.
¿Qué es la felicidad para el ser humano?
Prax. filos. no.25 Cali July/Dec.2007 – LA FELICIDAD* Jean-Paul Margot Universidad del Valle * Recibido Abril de 2007; aprobado Mayo de 2007. RESUMEN La felicidad no se reduce al bienestar afectivo de un organismo adaptado a su medio. El hombre debe reflexionar para construir su vida según unos valores.
No puede desatender ni su libertad, ni su responsabilidad ante el compromiso voluntario de su acción. Ser feliz supone que el hombre sea capaz de lograr un equilibrio que supere sus contradicciones y sus conflictos. Si el hombre quiere ser feliz, no debe olvidar que la felicidad es el resultado de una conquista primero sobre él mismo y luego sobre un mundo en el que debe tener en cuenta no solamente las fuerzas naturales, sino también a los demás hombres.
Palabras clave: Felicidad, soberano bien, civilización, deseo. RÉSUMÉ Le bonheur ne saurait se réduire au bien-être affectif d´un organisme adapté à son milieu. L´homme doit réfléchir pour construire sa vie selon certaines valeurs. Il ne peut négliger ni sa liberté, ni sa responsabilité devant l´engagement volontaire de son action.
Être heureux suppose que l´homme soit capable d´atteindre un équilibre qui dépasse ses contradictions et ses conflits. Si l´homme veut être heureux, il ne doit pas oublier que le bonheur est le résultat d´une conquête, d´abord de soi-même, puis d´un monde où il doit tenir compte non seulement des forces naturelles, mais aussi des autres hommes.
Mots-clés: Bonheur, souverain bien, civilisation, désir. “Je ne respecte rien au monde comme le bonheur (No respeto nada en el mundo como la felicidad)” Stendhal 1. La noción de felicidad Beatos esse nos volumus? La pregunta de si, ¿todos queremos ser felices?, que San Agustín dirige a sus interlocutores en De la vida feliz 1, se la hace cada hombre, bajo una u otra forma, en el curso de su vida.
Si intentamos entender lo que significa la felicidad, proponiendo una definición, nos enfrentamos con una cierta confusión, con una indeterminación difícil de disipar 2, El intento por esclarecer esta noción de felicidad, será del que nos ocuparemos ahora. La idea de salvación es una nueva moda. Vivimos una época de gran desolaci ón.
La soledad se percibe en el seno de la considerable algarabía de ciencias y técnicas que no colman algunas de nuestras demandas: las de la felicidad, por un lado, es decir, la salvación terrenal; las del porvenir, por otra parte, esto es, la salvación del alma.
¿Existe una felicidad eterna? Y si la hay, ¿tendríamos derecho a ella? He aquí dos interrogantes a los cuales la idea de salvación responde. La idea de salvación nace al principio de la Edad Media: se trata de reencontrar el jardín de Edén, el mundo antes del pecado original del cual habla la Biblia, la conversación a solas con Dios, que procura la felicidad eterna.
San Agustín ha teorizado mucho acerca de la noción de salvación y sus palabras son de una sorprendente actualidad. Por mucho tiempo Agustín transitó lejos de Dios, principalmente en la secta de los Maniqueos, para quienes existía el bien por un lado y el mal por el otro.
La pregunta que se plantea es la siguiente: ¿dónde encontrar la fuerza de salvarse a uno mismo cuando se es un pecador y se vive en un mundo interior donde uno está perdido y está abandonado todo entero al mal? San Agustín cree que la libertad del hombre no puede salvarlo, puesto que el hombre está, por naturaleza, separado de Dios desde la caída original.
Su concepción de la salvación lo conduce entonces a decir: “Busca como si tuvieras que encontrar. Y, cuando hayas encontrado, sigue buscando”. Tal es la salvación, en la Edad Media como en nuestra época: buscar siempre por sí mismo para estar a la disposición del más allá extraordinario al cual se aspira.
Esta concepción de la salvación es la de un agnóstico místico, un poco como Adso de Melk, el narrador de El nombre de la rosa, de Umberto Eco, quien termina perdiéndose en la divinidad, ahí donde el alma piadosa sucumbe 3, Es fácil enumerar las condiciones generales de la felicidad: buena salud, amor, libertad, comodidad económica, etc.
Con todo, ya el acuerdo deja de ser unánime: aunque estas condiciones son más o menos indispensables, se pueden presentar todas sin que seamos felices; es decir, al intentar definir lo que sea felicidad estas condiciones son necesarias pero no suficientes.
Es obvio que estas condiciones generales son necesarias. Si un hombre vive en la miseria física y moral, si su libertad y su dignidad de ser humano no son más que palabras, resulta hasta indecente hablar de felicidad. Pero, la felicidad está siempre más allá de estas condiciones generales, por ello, no son suficientes; la felicidad está ligada a una apreciación personal, una apreciaci ón subjetiva que varía según la condición social, el grado de cultura, la edad, etc., y ésta es la razón por la cual ella puede ser objeto de discusión.
Decir que nuestra idea de felicidad tiene un elemento subjetivo no implica que cada uno de nosotros invente su ideal de felicidad: este ideal se construye según las formas y los criterios que son suministrados por la cultura y la sociedad: la concepción de la felicidad varía según la época y el tipo de sociedad.
- Se puede señalar, siguiendo a R.
- Benedict (Échantillos de civilisation), dos tendencias fundamentales en las sociedades, una apolínea y otra dionisíaca.
- Las sociedades apolíneas ven a la felicidad como un estado duradero, un equilibrio que es el resultado de la reunión armoniosa de varios valores que definen lo que es bueno, bello y útil; un estado de bienestar del espíritu y del cuerpo, ligado al apaciguamiento de los conflictos interiores, a la conquista de un equilibrio personal.
Las sociedades dionisíacas, en cambio, buscan un estado de felicidad salvaje, placeres tan diversos como numerosos. En las sociedades dionisíacas los placeres no procuran una saciedad definitiva, su búsqueda es infinita. El recuerdo de los intensos placeres que conocieran está asimilado a un paraíso perdido, mas no saben en qué valores fundar su felicidad futura.
Cuando se trata de sociedades vastas y complejas, estas dos tendencias se mezclan, si bien siempre predomina una. Así, nuestra civilización occidental contemporánea está comprometida con una carrera hacia una felicidad de tipo dionisíaco – se suscitan numerosas necesidades que el individuo se esfuerza vanamente en satisfacer – pero trata a menudo de aplacar su malestar reencontrando los valores apolíneos: vida simple y tranquila, búsqueda de un equilibrio interior.
Junto a esta tensión entre lo dionisíaco y lo apolíneo existen otros factores que determinan lo que una sociedad entiende por felicidad. Las circunstancias históricas son un ejemplo de ello: durante un período de calma, de seguridad y de abundancia, no se considera la felicidad bajo el mismo ángulo que durante los períodos de guerra o de penuria.
Además, en una misma sociedad, la concepción de la felicidad cambia seg ún las clases sociales. La sociología nos enseña que existe un umbral de miseria por debajo del cual el individuo ya no tiene ninguna idea de lo que se puede llamar felicidad. Esta relatividad de las concepciones acerca de la felicidad explica, en gran medida, el halo de oscuridad que envuelve esta noción.
La felicidad está ligada al tiempo: exige estabilidad y continuidad. Pensar que la felicidad puede llegar a acabarse es viciar el momento feliz que vivimos, con la angustia de que cesará. Este carácter temporal permite distinguir entre felicidad y placer.
- Felicidad no es placer, ya que este último indica la satisfacción momentánea de una tendencia particular; sigue siendo limitado, superficial y efímero.
- La felicidad es, por el contrario, la tonalidad global de toda una vida, al menos de un período de ésta y, paradójicamente, es poco común que la felicidad sea vivida como un presente que se eterniza.
Si la desdicha entraña el repliegue sobre sí mismo y aguza la conciencia de sí, el hombre feliz generalmente se deja vivir sin darse claramente cuenta de su estado, sin interrogarse acerca de la naturaleza de su felicidad. Prueba del carácter temporal de la felicidad es la de que se suele hablar en pasado del tiempo feliz: fuimos felices durante un período de nuestra vida.
- Contrastamos la felicidad pasada con las desgracias presentes, y nuestro pasado, decantado por la memoria, se ve revalorizado.
- Y en este pasado sacamos nuevas fuerzas, hasta nuevas razones de esperar.
- Es entonces en el futuro que proyectamos nuestra felicidad.
- Vivimos demasiado a menudo el presente de manera pasiva y neutra.
La banalidad cotidiana, ni feliz ni infeliz, llena de tareas monótonas, se desenvuelve bajo el modo del aburrimiento, de la distracción o de la espera. Arrastrada por la huída del tiempo, rechazada en el pasado, proyectada en el futuro, la felicidad parece, en efecto, difícil de captar.
¿Es la felicidad inseparable de una reflexión, de la toma de conciencia de un acuerdo armonioso entre todas las potencias de nuestro ser? La felicidad, de hecho, no se reduce al bienestar afectivo de un organismo adaptado a su medio. El hombre debe reflexionar para construir su vida según unos valores.
No puede desatender ni su libertad, ni su responsabilidad ante el compromiso voluntario de su acción. Ser feliz supone que el hombre sea capaz de lograr un equilibrio que supere sus contradicciones y sus conflictos. Si el hombre quiere ser feliz, no debe olvidar que la felicidad es el resultado de una conquista primero sobre él mismo y luego sobre un mundo en el que debe tener en cuenta no solamente las fuerzas naturales, sino también a los demás hombres.
- Buscar la felicidad en un mundo tan trastornado por las injusticias y los dramas puede parecer egoísta.
- Nuestra propia felicidad está siempre ligada a la búsqueda de la felicidad de los demás.
- Esta búsqueda nos ayuda a vivir.
- En el valor de la felicidad, R.
- Polin ve uno de los “polos de referencia” de la existencia.
Con todo, la condición humana parece muy poco favorable para la felicidad. El hombre es un ser para la muerte. Está preso del tiempo que lo arrastra inexorablemente hacia la decadencia. El hombre es un ser limitado en su potencia, condenado al fracaso, a la duda y a la insatisfacción.
- El hombre necesita al otro, pero éste se escurre.
- La mayoría de estos temas clásicos han sido retomado por los moralistas cristianos, para subrayar la miseria del hombre caído: aunque el hombre puede buscar el olvido de su miseria en la “diversión” 4, no podrá encontrar la felicidad sino en la salvaci ón.2.
Felicidad y soberano bien Para toda la filosofía antigua el objeto de la moral es lo que nos permite definir y alcanzar el soberano bien que es el fin supremo de nuestra actividad. Este fin es un bien perfecto, acabado, que se basta a sí mismo y que nos llena totalmente.
- Aunque todos concuerden en decir que sea la felicidad, o eudaimonía, Aristóteles advierte en la Ética nicomaquea que cada hombre la concibe a su manera.
- Para liberarse de este subjetivismo, es preciso buscar cuál es el bien propio del hombre.
- Para Aristóteles la virtud, areté 5, es decir la excelencia en el hacer del hombre, es su aptitud para la vida racional: el alma humana encuentra su más alta satisfacción en la práctica de las virtudes intelectuales, en el ejercicio de sus facultades racionales.
La felicidad señala la perfecta satisfacción, la plenitud del hombre que ha alcanzado el completo desarrollo de su ser verdadero, en plena conformidad consigo mismo y con el orden del cosmos. La felicidad, que es a la vez el fin supremo y el sentido de la existencia humana, no es un don gratuito; es el fruto de toda una vida moral, que se independiza del tiempo cuando se alcanza.
El fin de la moral es la perfección, y va acompañada del puro goce. Este eudemonismo es el rasgo principal de la tradición helénica. En Platón el Bien está más allá de lo que podemos aprehender y, más que pensarlo, lo presentimos místicamente. El Bien está en la fuente de los inteligibles y proporciona el modelo, o paradigma, según el cual se introduce en la vida de la pólis, ciudad-estado, y en la de los individuos.
El conocimiento racional nos permite determinar la naturaleza del hombre, su sitio en esta totalidad racionalmente estructurada, y, por lo tanto, comprensible, que es la naturaleza, physis. Mientras el hombre no viva según su verdadera naturaleza no podrá liberarse del estado de insatisfacción, de desgarramiento y de desdicha interior.
La pólis es la que asegura la mediación entre el individuo y el cosmos; el orden de la ciudad corresponde al orden del mundo, estriba en los mismos principios de organización jerárquica. “Hemos de recordar, por tanto, que cada uno de nosotros será justo y hará lo que le compete, cuando cada una de las partes que en él hay haga lo suyo ¿Y no es a la razón a quien compete mandar, por ser ella sabia y tener a su cuidado el alma toda entera, y a la cólera, a su vez, el obedecerle y secundarla? Y estas dos partes, así nutridas y verdaderamente instruidas y educadas en su respectiva función, gobernarán la parte concupiscible, que es la más extendida en cada alma, y por naturaleza insaciable de bienes.
Sobre ella han de velar las otras dos, no sea que, atiborrándose de los llamados placeres del cuerpo, se haga grande y fuerte, y dejando de hacer lo suyo, trate de esclavizar y gobernar a aquella que, por su condición natural, no le corresponde, y trastorne por entero la vida de todos” 6,
La felicidad consiste en vivir en plena conformidad con el orden enteramente racional del mundo. Se entiende, entonces, por qué en la filosofía antigua un conocimiento del universo, o kósmos, es esencial: el ideal de liberación y de felicidad no puede ser alcanzado más que en y por el conocimiento de lo que es verdaderamente, y en casi toda esta filosofía antigua, la fuerza de la felicidad es la contemplación.
Ésta es la más alta función del alma racional y supone el ejercicio de la facultad intelectual, el noûs, que aprehende los primeros principios, la razón suprema de las cosas. La virtud del intelecto, la sophía, o sabiduría teorética, es la más alta virtud del alma humana.
- Entre todas las actividades del alma, la actividad contemplativa, o theoría, es la más pura: no necesita, para ejercerse, de un auxilio ajeno.
- Su fin último está en ella misma, dice Aristóteles.
- Con todo, esta vida feliz sigue siendo un ideal muy pocas veces alcanzado.
- La vida contemplativa es la característica propia del elemento divino que habita en nosotros 7,
La virtud práctica, al contrario, está ligada a la condición humana; se ejerce en las relaciones humanas, requiere la dirección de la prudencia, phrónesis, e implica unas disposiciones de carácter – virtudes éticas – que tienen sus raíces en lo natural y se desarrollan mediante el ejercicio o hábito.
- Si el hombre de bien encuentra su felicidad en el ejercicio de la virtud práctica, su felicidad es menos independiente que la del sabio entregado a la contemplación.
- No se basta a sí misma.
- A la virtud práctica le pueden hacer falta los medios o la oportunidad de ejercitarse.Además de la virtud práctica, la felicidad requiere de un conjunto de bienes exteriores.
Finalmente, para ejercerse plenamente, esta actividad virtuosa supone un desarrollo completo del ser racional y, por ende, un cierto modo de vivir, es decir, de vivir según la razón, katà lógos, y no según la pasión, katà páthos. La actividad virtuosa debe ser la tarea de una vida entera 8,
- La vida virtuosa no exige el adorno del placer: es placentera en sí misma.
- Aunque el epicurismo asimila placer y felicidad, conviene evitar el frecuente contrasentido que hace del epicureo un libertino.
- La verdadera felicidad no es placeres en movimiento, sino que es “el placer en reposo”, aquél que resulta de la ausencia de deseo y de dolor, o sufrimiento.
Epicureo 9 distingue tres especies de placeres: (i) los que son “naturales y necesarios” — beber, comer y hacer el amor: hay que satisfacer las exigencias vitales del cuerpo humano—; (ii) los que son “naturales” mas no necesarios —las fantasías culinarias y sexuales y, de forma general, todo lo que depende del desenfreno de los deseos naturales y necesarios—; y, finalmente, (iii) la mayoría de los placeres “ni naturales, ni necesarios”, que son el producto de opiniones vanas y vacías —los deseos sociales: los honores, la riqueza, el poder, la gloria, o la inmortalidad, y que debemos siempre evitar.
- El epicurismo es ascetismo que se funda en el rechazo de los placeres vanos, en el culto de la amistad, del arte, de la ciencia, y en el desprecio a la muerte: “Para quien ordena su vida según la verdadera sabiduría la suprema riqueza es saber vivir contento con poco, es poseer la igualdad de alma.
- De este poco, en efecto, nunca se carece”.
Liberados de la angustia, que es el temor a Dios y a la muerte, podemos entregarnos a vivir el instante presente lo más intensamente posible. El poeta Horatio, discípulo de Epicuro, va aún más lejos: “Carpe diem”, dice, “gocemos plenamente del instante”, porque el presente solo es el tiempo de la pura felicidad de existir.
- En una concepción materialista del hombre, Epicuro enseña una felicidad basada en la razón y la voluntad libre.Aprimera vista, la sabiduría epicúrea parece ascética.
- Pero, si el sabio epicúreo no es el libertino que tan a menudo se pintó, tiene el mérito de reconocer la inocencia del deseo que se practica con moderación.
Como respuesta al silencio que se hace en el eudemonismo aristotélico cuando la fortuna da la espalda a los hombres, dejándolos así desahuciados desde el punto de vista de la vida moral, el estoicismo quiere ofrecer una actitud “filosófica” para preservar la capacidad personal aun en la mayor adversidad.
- El género de vida del sabio estoico, que se funda en una metafísica muy diferente, es muy próximo al del epicureo.
- Para el estoico, una ley imprescriptible y establecida para la eternidad rige el mundo y el destino del hombre: el fatum.
- Este orden del mundo es perfectamente racional y la sabiduría consiste en vivir “según la naturaleza”; es decir, según la razón.
Para ello, es preciso hacerse dueño de sí mismo y no dedicarse más que a los bienes verdaderos, no temer a la muerte. La virtud consiste en distinguir “las cosas que dependen de nosotros” de “las que no dependen de nosotros ” 10, El hombre debe ser capaz, merced a su voluntad racional, de dominar sus pasiones y alcanzar el más alto grado de libertad, en la paz perfecta del alma.
- Podrá entonces “contemplar la divinidad” con serenidad, ya que aceptó voluntariamente la necesidad racional del universo.
- ¿Qué podemos concluir de estas breves consideraciones acerca de las grandes éticas antiguas? El hombre es feliz cuando, gracias al conocimiento racional de un universo de valores y a una voluntad recta, llega a poseer los verdaderos bienes, o cuando logra en su quehacer, una armonía conforme con esos valores.
Esta búsqueda de la felicidad da su sentido a la existencia humana: el sabio es aquél que ha entendido la unidad de la verdad, del bien y de la felicidad. Pero, ¿conserva la felicidad el mismo sentido cuando definimos al hombre en virtud de la libertad, es decir, cuando afirmamos que el hombre crea libremente su orden de valores, y que depende de él, por medio de una acción libremente escogida, transformar el mundo y transformarse a sí mismo? Aparece ahora una conciencia cristiana desgarrada en su oposición al mundo: la naturaleza humana ha sido pervertida por el pecado original, su libertad es el principio de la aparición del mal y solamente la fe puede guiar al hombre hacia la salvación.
- Aunque el plan divino le es inasequible, el hombre es capaz de aprehender ciertas verdades; pero él está aislado en un mundo hostil.
- En la moral cristiana, la búsqueda de la felicidad persiste, pero la felicidad ya no pertenece a este mundo.
- El mundo temporal es sufrimiento y dolor y no es sino en la Ciudad de Dios donde todo está claro.
El verdadero reino de Dios será asequible a aquellos que lo han merecido, optando por el bien mediante una libre elección de la conciencia moral. Nada más opuesto a la felicidad concebida como placer subjetivo que la idea antigua de eudaimonía. El denominador común de la filosofía moral de la Antigüedad es el hecho de que el agente humano está orientado por fines que se representa al mismo tiempo que se desean y que por su encadenamiento llega al fin último, y cuya posesión permite la realización objetivamente perfecta de la naturaleza humana.
El inicio de la Ética Nicomaquea de Aristóteles da claramente cuenta de este hecho: “Toda arte y toda investigación científica, y del mismo modo toda acción y elección, parecen tender a algún bien; por esto se ha dicho con razón que el bien es aquello a que todas las cosas tienden Si existe, pues, algún fin de nuestros actos que queramos por él mismo y los demás por él, y no elegimos todo por otra cosa – pues así se seguiría hasta el infinito, de suerte que el deseo sería vacío y vano –, es evidente que ese fin será lo bueno y lo mejor,
Y así, ¿no tendrá su conocimiento gran influencia sobre nuestra vida, y, como arqueros que tienen un blanco, no alcanzaremos mejor el nuestro?” 11, Este fin, o télos, que significa a la vez el término de un movimiento – el fin de un proceso o de una serie – y el fin de una acción humana – el fin de una conducta o de una vida – define y determina las acciones del hombre, en general, y sus acciones morales, en particular.
- La vida moral del hombre que está enraizada en el deseo, o boúlesis, encuentra la realización de su naturaleza en este fin último que los antiguos concuerdan en llamar eudaimonía, o felicidad.
- Siglos después, en los albores de la Modernidad, es volviendo sobre el De la vida bienaventurada de Séneca cómo Descartes reflexiona sobre la felicidad.
Descartes sigue siendo en moral el heredero del ideal griego transmitido a los tiempos modernos por la escolástica medieval y el estoicismo cristiano del siglo XVI; el fin último de la filosofía moral es el Soberano Bien. Pero, a diferencia de los antiguos, en general, y de Séneca, en particular, Descartes establece ahora una distinción entre la ventura o dicha, “l´heure”, y la felicidad o beatitud, “béatitude”: “La dicha no depende más que de cosas que están fuera de nosotros, de donde resulta que se estima más dichosos que sabios a aquellos a quienes ha acontecido algún bien que no han conseguido por sí mismos; mientras que, a mi parecer, la felicidad consiste en un perfecto contento de espíritu y en una satisfacción interior que no suelen poseer los más favorecidos por la fortuna, y que los sabios adquieren sin ella.
Así,, vivir con felicidad, no es otra cosa que tener el espíritu perfectamente contento y satisfecho ” 12, Esta distinción permite que la ética cartesiana evite el debate entre dos bienes o fines, y abre el camino hacia el sentido moderno del concepto de felicidad. Ilustremos lo que queremos decir con un texto de Cicerón, quien retoma la célebre imagen del arquero: “Pues, así como si alguien se propone dirigir una pica o una flecha hacia un blanco determinado, lo mismo que nosotros hablamos del último bien, así él debe hacer todo lo posible para dar en el blanco: en un ejemplo como éste, el tirador debe intentarlo todo para alcanzar su propósito lo que corresponde a lo que nosotros, referido a la vida, llamamos supremo bien; en cambio, el dar en el blanco es algo, por decirlo así, que merece ser elegido, pero no deseado por sí mismo” 13,
Contra una moral del contenido de inspiración aristotélica, Descartes propone una moral de la intención o, mejor, del estilo del acto, ilustrada en la cita anterior de Cicerón por el arquero que, si bien trata de dar en el blanco, se preocupa sobre todo por apuntar bien.
- Descartes identifica el bien moral con la manera de buscar la felicidad, es decir, identifica el bien moral con los medios que están en nuestro poder para alcanzar la felicidad.
- La meta – skopós – del arquero es alcanzar el blanco al que apunta; aunque alcanzar el blanco es algo que no dependa enteramente de él, ya que existe un sinnúmero de circunstancias que, por muy hábilmente que la flecha hubiese sido lanzada, podrían desviarla.
Sin embargo, su fin – télos – es hacer todo lo que dependa de él, y de su habilidad como arquero para alcanzar el blanco.Aeste respecto, ningún obstáculo puede interponerse entre él y su fin, ya que precisamente, por definición misma, sólo de él depende hacer todo lo que depende de él.
- Descartes retoma de Epicteto la famosa distinción entre “lo que depende de nosotros” y “lo que no depende de nosotros “, y unifica la virtud desde el punto de la voluntad o razón práctica.
- La vida moral y, por ende, la búsqueda de la felicidad, es, y sólo puede ser, asunto de lo que depende enteramente de nosotros, a saber, “la libre disposici ón de nuestra voluntad”, y en ello consiste la virtud cardinal de la generosidad, la que hace que un hombre se estime en el más alto grado que puede legítimamente estimarse: “No advierto en nosotros sino una sola cosa que pueda dar justa razón para estimarnos, a saber, el uso de nuestro libre albedrío y el dominio que tenemos sobre nuestras voliciones.
Porque sólo por las acciones que dependen de ese libre albedrío podemos ser alabados o censurados con razón, y él nos hace, en cierto modo, semejantes a Dios, haciéndonos dueños de nosotros mismos, siempre que no perdamos por cobardía los derechos que nos da” 14,
Por encima del Medioevo, Descartes reencuentra la magnanimidad, o mégalopsyche 15, de Aristóteles, una cierta estima de sí, una conciencia de su valor basado en el conocimiento de las condiciones del acto moral que funda a la vez, y al mismo tiempo, la virtud y la responsabilidad del agente moral.3.
Felicidad y civilización Si el hombre es un ser libre que siempre se hace, capaz de transformar al mundo, y a él mismo por el trabajo que realiza, ¿no puede adaptar la realidad a los valores humanos? Se trata entonces de un caminar hacia la verdad, obra histórica en la que participan todas las generaciones.
- La felicidad ya no está ligada a la contemplación de un orden perfecto e inmóvil; debe ser construida por todos, para todos, en una historia del devenir.
- Esto no significa que el individuo deba abandonar toda búsqueda personal, pero la realización del bien común debe poder acrecentar para cada hombre las condiciones favorables para su propia felicidad.
Para responder a la indiferencia burlona del pueblo ante la descripción del superhombre, Zaratustra predice lo que será la vida del “último hombre”: “Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la semilla de la más alta esperanza.
Todavía es bastante fértil su terreno para ello. Mas algún día ese terreno será pobre y manso, y de él no podrá ya brotar ningún árbol elevado. ¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre dejará de lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece.
Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive. “Nosotros hemos inventado la felicidad” – dicen los últimos hombres, y parpadean. Han abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La gente ama incluso al vecino, y se restriega contra él: pues necesita calor.
- Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables.
- Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable.
- La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento.
- Mas procura que el entretenimiento no canse.
- La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas.
¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas. ¡Ningún pastor y un solo reba- ño! Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio. “En otro tiempo todo el mundo desvariaba” – dicen los más sutiles, y parpadean.
- Nosotros hemos inventado la felicidad” – dicen los últimos hombres y parpadean “¡Danos este último hombre, Zaratustra, – gritaban – haz de nosotros esos últimos hombres.
- El superhombre te lo regalamos!”.
- Y todo el pueblo daba gritos de júbilo y chasqueaba la lengua” 16,
- Tratemos de identificar cuál es la imagen de la felicidad que nos propone nuestra sociedad y que aprovecha las técnicas de vanguardia.
¿No tendríamos nosotros algunos puntos en común con estos “últimos hombres”? Todo tiende en nuestra sociedad a identificar la felicidad con el bienestar. La televisión, la prensa, la radio y el cine nutren, alimentan y estimulan incesantemente nuevos deseos, y parece que no podemos ser felices si no aceptamos “como los demás” tal estilo de vida en boga, si rechazamos los medios técnicos de nuestro bienestar.
Producción y consumo son los pechos de la sociedad moderna, escribe RaoulVaneigem.Amamantada de esta forma, la humanidad crece en fuerza y belleza: elevación del nivel de vida, facilidades innummerables, diversiones variadas, cultura para todos, confort de ensueño En el reino del consumo el ciudadano es rey.
Una realeza democrática: igualdad ante el consumo (1), fraternidad en el consumo (2), libertad según el consumo (3). La dictadura de lo consumible ha borrado las barreras de la sangre, del linaje y de la raza; habría que alegrarse sin reservas, si el consumo no hubiera prohibido mediante la lógica de las cosas toda diferenciación cualitativa, para no tolerar entre los valores y los hombres más que diferencias de cantidad” 17,
- Unos cuantos seres “privilegiados” son el símbolo vivo de esta felicidad: las estrellas del entretenimiento han tomado el lugar de los héroes antiguos.
- Son ricos, jóvenes, amados: encarnan la felicidad asimilada a un éxito espectacular.
- Viven a un nivel superior de intensidad y de calidad, gozan de una libertad ligada a su riqueza.
Aunque estén entre la realidad y el sueño, no son personajes enteramente ficticios. El nuevo Olimpo conoce la tristeza, la soledad, las neurosis y los suicidios. Ellos también simbolizan la angustia y el mal vivir. A través de su vida – o, mejor, de la vida que se les presta – se afirma, sin embargo, el mito de la felicidad como búsqueda de satisfacciones materiales que justifica todos los sacrificios y todos los atropellos.
El hombre tiene derecho a la felicidad; puede y debe obtenerla con el éxito económico. ¿Cuáles son las condiciones de la felicidad moderna? Una de ellas es la de que hay que eliminar de nuestra vida el dolor y la enfermedad. Eliminar la muerte es más difícil, pero la ciencia progresa y la duración de la vida aumenta.
El mundo moderno está hecho para los jóvenes porque, para ser feliz, hay que poder gustar. El derecho al amor y al placer físico, tanto para el hombre como para la mujer, exige la belleza corpórea. La felicidad moderna exige también la seguridad material, la casa, el carro, la televisión.
Todo esto es el signo del éxito social. La casa es una isla de reposo, el carro nos permite salir a contemplar el espectáculo de la naturaleza, la televisión por cable nos lleva a domicilio un entretenimiento libre de cualquier esfuerzo físico e intelectual. Obviamente, quedan los problemas ligados al trabajo: el progreso técnico facilita un dominio casi total sobre la naturaleza; la automatización debería liberar al hombre de la esclavitud del trabajo.
Pero, si a primera vista algunos “privilegiados” parecen escapar de esta esclavitud, sigue siendo para la mayoría de la gente la fuente principal de alienaci ón. La búsqueda del buen vivir, de la alegría, es uno de los rasgos fundamentales del ocio. Cuando se pierde este carácter hedonista se pierde todo.
- Se le debe permitir al hombre defenderse contra las agresiones de la vida moderna, realizar todas las potencialidades de su personalidad, recuperar un ritmo biológico más normal, liberar su poder creativo y salirse de las rutinas para recuperar el placer del esfuerzo libremente escogido.
- En un mundo orientado hacia la fabricación estandarizada y normalizada de las relaciones humanas, el ocio impugna la transformación utilitarista de la naturaleza, rehabilita la contemplación desinteresada, el contacto y la simpatía con una naturaleza preservada.
Pero, si el ocio permite que el “homo ludens” alcance su plenitud, en la vida moderna este ocio está a su vez organizado y comercializado. Los viajes están cronometrados y racionalizados para evitar cualquier imprevisto. Los sitios de moda están señalados, recomendados, impuestos y se vuelven concentracionarios, bullosos, artificiales y el círculo se cierra.
- ¿Quiere decir que debemos condenar el ocio y negárselo al hombre? Claro que no.
- Pero es preciso reconocer que este nuevo producto de consumo nos deja también insatisfechos.
- Una sociedad tiene la oportunidad de colmar las aspiraciones de los individuos cuando suscita imágenes de la felicidad que son coherentes con las posibilidades de realización que ofrece.
Nuestra sociedad actual propone un conjunto de técnicas materiales de la felicidad que están efectivamente ligadas al desarrollo industrial. Tiende a difundir un modo de vida uniformizado. Con todo, existen contradicciones internas en esta noción de una felicidad fabricada sobre medidas.
- Al proyectar sus más íntimas aspiraciones sobre unas imágenes exteriores que jamás podrá encarnar y que están, ellas también, sometidas a continuos cambios, el hombre se despersonaliza poco a poco.
- Busca una felicidad que le es ajena, confunde ideal y espectáculo 18, olvida que es en él mismo donde se encuentran las posibilidades de construir su felicidad personal y de construir una sociedad que lo permita.
A la luz natural del día, los ídolos se muestran frágiles y el público se queda insatisfecho, inadaptado y angustiado. ¿Se deberá ayudar al hombre a ser feliz recurriendo a las “técnicas del alma”? Si el psicoanálisis no se presenta como una “receta” de la felicidad, logra, sin embargo, mejorar la psiquis del hombre moderno, lo ayuda a adaptarse a las condiciones de vida de nuestra civilización, le permite reabsorber sus conflictos internos para integrarse mejor a la vida social.
- Ahora, es precisamente lo que le reprocha Marcuse al psicoanálisis en Eros y civilizaci ón: “El concepto del hombre que surge de la teoría freudiana es la acusaci ón más irrefutable contra la civilización occidental – y al mismo tiempo, es la más firme defensa de esta civilización” 19,
- En la reflexión freudiana sobre la civilización, la sociedad moderna es fundamentalmente represiva: estriba en la “sujeción permanente” de los instintos humanos.
La satisfacción de los instintos básicos del hombre es incompatible con la vida social, que exige el respeto al trabajo, al orden social, a la reproducción monógama. Cuando el principio de placer quiere satisfacerse, se enfrenta con el entorno natural y humano.
Su plena realización es imposible porque es incompatible con cualquier forma de asociación, es decir, de vida social. Es menester refrenar y encauzar el flujo de vida primitiva que habita en cada uno de nosotros. Debemos desviar los instintos de su objetivo. Sólo entonces puede haber “civilización”: el “principio de placer” se sustituye por el “el principio de realidad”.
El ser humano ya no es un haz de pulsiones animales, sino un “yo” organizado, un sujeto consciente sujeto a una racionalidad que le viene de la sociedad. Al crecer en un sistema de instituciones, el individuo aprende a someterse a las exigencias de la ley y del orden, exigencias que transmitirá a las generaciones futuras.
- Esta represi ón de los instintos por parte de la sociedad se complementa con una represi ón interior: el hombre integra los entredichos sociales en su propio psiquismo (autorepresión).
- Sin embargo, la sociedad no puede nunca dominar completamente el principio de placer: su fuerza sobrevive en el inconsciente y amenaza siempre el equilibrio de la psiquis.
Este equilibrio, que es de por sí frágil, se ve amenazado por la lucha entre Eros y Thanatos. Uno estaría tentado a decir, con Freud, que la felicidad no entró en el programa de la creación. Este sacrificio de la libido del individuo ha posibilitado que la civilización haya logrado la conquista, casi completa, de la naturaleza.
En esta sociedad “unidimensional”, es decir, fundada en una racionalidad que se inspira de los principios de la economía capitalista, el progreso, por el conformismo y la disciplina que exige, está ligado a una intensa esclavitud: el progreso tiene un carácter de alienación y de represión nunca alcanzado antes.
En semejantes condiciones, el hombre no puede ser feliz. Marcuse reprocha a la cura psicoanalítica el no ser más que un medio de reinserción del individuo en el seno de una sociedad alienante. Freud se limita a predicar el conformismo, al tratar de suprimir las angustias y las inhibiciones del hombre.
- El psicoanálisis pretende curar una enfermedad de origen sociológico y, en realidad, todo lo que puede hacer es ayudar al hombre a reinsertarse en una sociedad que genera su mal.
- La verdadera solución, según Marcuse, es de orden político: suprimir el estado de penuria y miseria que ha suscitado todas las coacciones y permitir a cada cual que disponga de suficientes bienes para liberarse del trabajo embrutecedor.
Solamente una revolución podrá poner fin a esta vida alienante y represiva. Esta misión subversiva es, para Marcuse, la esencia misma de la filosofía. Esta concepción de la felicidad basada en la insaciable búsqueda del bienestar y de la comodidad 20, en un ideal de conformismo, no se encuentra, sin embargo, en todas las capas de la sociedad actual.
No debemos olvidar que para muchos tal ideal permanece inalcanzable. No nos olvidemos de aquellos que apenas logran sobrevivir y para quienes la felicidad no puede ser ni siquiera concebida como una posibilidad. Para estos “olvidados” no queda sino una actitud de rebelión contra una sociedad que los rechaza.
Como dice Gide: “Hay en en la tierra tales inmensidades de miseria, angustia, malestar y horror que el hombre feliz no puede pensar en la felicidad sin avergonzarse de ella” 21, Pero también son muchos los que ponen en tela de juicio una concepción de la felicidad en la cual el dinero impone su lógica perversa a la sociedad.
Existen las soluciones desesperadas: para escapar a la angustia de una sociedad de consumo, vulgar y agresiva, algunos buscan la embriaguez de los paraisos artificiales. Tal embriaguez, sin embargo, no puede sino simbolizar un fracaso. La huida del yo lleva al hombre a un deterioro físico y espiritual inevitable e implacable.
Esta huída de la realidad se le oculta momentáneamente bajo una ilusión peligrosa al individuo, quien es preso de tendencias exacerbadas e insostenibles que no puede asumir. Otros tratan de encontrar nuevos derroteros, un modo de vivir que permita el libre desarrollo del hombre en armonía con la naturaleza, e imitan o reinventan esas comunidades que florecieron en Estados Unidos y en Europa en las décadas de los años 1960 y 1970 y se esmeran en recuperar y mantener unas relaciones humanas basadas en el respeto mutuo, la libertad, la fraternidad, y no en la competencia, el egoísmo o la explotación.
En estos grupos que buscan el paraíso arcadio, el trabajo está de nuevo muy cerca del ocio y de la fiesta: música, danza, sueño ocupan el lugar principal. La “fiesta” afirma la alteración de los entredichos y de las barreras sociales; busca la fusión en una inmensa fraternidad. Por oposición a la vida social que clasifica y separa, intenta reencontrar la juventud del mundo y el “estado de naturaleza”.
Estas nuevas asociaciones humanas son “abiertas”, flexibles y dejan que se desarrollen las aspiraciones libertarias. La religiosidad se une al budismo y al erotismo. Lejos de los tabús tradicionales se afianza, tal vez, un nuevo sistema cultural. Es cierto que, frente al poder de los estados donde surgen y a las contradicciones fundamentales entre su organización económica y la de los países capitalistas, la existencia de estos grupos es precaria.
Estos grupos están además condenados, por su principio mismo, a no acoger sino a unos pocos y es, sin duda, utópico proyectar este modelo de organización en las grandes comunidades humanas. Independientemente de su suerte, no se puede ignorar o descalificar a priori un camino que recuerda a los hombres que existen valores que no se pueden sofocar si quieren ser felices.4.
El deseo, esencia del hombre Recordemos la lección de sabiduría y de civismo de los antiguos filósofos: no hay felicidad ni paz para los hombres si ellos rechazan la moderación de los deseos y el respeto a la justicia. Epicuro nos enseña que hay que pasar los deseos por el tamiz de la razón y eliminar todos los que no son ni naturales ni necesarios, todos los que son vanos, artificiales y superfluos.
Ésta es la condición para alcanzar la ataraxia, el estado de ausencia de turbación del alma, es decir, la felicidad. La moral de Epicuro es, ante todo, una ascesis: un dominio de las pasiones. ¿Qué crítica le podemos hacer a la sabiduría epicurea? En primer lugar, aunque Epicuro identifica al placer con la ausencia de sufrimiento, es claro que hay una diferencia entre felicidad y placer, ya que la ausencia de sufrimiento no implica la felicidad: evitar el sufrimiento no es ser feliz.
En segundo lugar, ¿tiene la razón el poder de suprimir el deseo? En tercer lugar, ¿no nos aparta igualmente el método de Epicuro de metas más elevadas que la mera satisfacción personal? Epicuro nos prohíbe tener grandes deseos, por ejemplo, proyectos humanitarios, filantrópicos o artísticos.
También nos prohíbe deseos irrazonables, que no son ni naturales, ni necesarios, y así reduce Epicuro al hombre a un simple ser de sensación, puramente egoísta. El estoicismo nos enseña que el hombre que es esclavo de sus deseos no tiene ni felicidad, ni libertad. La sabiduría consiste en limitar los deseos del hombre a aquellos que dependen de él, a lo que el hombre sabe que puede poseer y conservar.
Sólo hay una cosa que depende de él, sobre la que él tiene un poder absoluto: su voluntad. Como bien lo ha dicho P. Hadot, lo que depende de mí es una “delimitación de nuestra esfera propia de libertad, de un islote inexpugnable de autonomía en el centro del río inmenso de los acontecimientos, del destino” 22,
- La libertad interior que es nuestro poder de juzgar, nuestro “asentimiento”, es sinónima de la indiferencia con respecto a las causas exteriores y al destino.
- ¿Cuál es, entonces, el secreto de la felicidad según los estoicos? Consiste en poca cosa: saber usar bien mi voluntad, no querer sino lo que tengo y lo que me sucede.
En otros términos, no desear lo que excede mi poder. No sirve de nada desear otras cosas que lo que sucede o rebelarse contra lo que es, porque todo es necesario; si hiciéramos esto solamente podríamos ser infelices. Tal es el principio del consuelo: “No busques que lo que sucede suceda como quieres, mas procura que lo que sucede suceda como sucede, y el curso de tu vida será feliz ” 23,
- Amar al destino es a lo que hay que llegar para ser sabio.
- ¿Qué crítica le podemos hacer al estoicismo? En primer lugar, esta exaltación de la voluntad es, como lo anota Hegel, una voluntad vacía, abstracta y formal 24, que no quiere nada o, al menos, que no quiere nada más que lo que es.
- La voluntad estoica es toda resignación y mutila al hombre.
En segundo lugar, el estoicismo no es una sabiduría eficaz. Los estoicos afirman que puedo dominar mis deseos con mi voluntad, sin embargo esto no es lo que experimento. Por el contrario, lo que experimento en mi es un conflicto entre mis deseos y mi voluntad.
- A veces es el deseo que prevalece, y no siempre la voluntad.
- En tercer lugar, el estoicismo piensa que dado que la naturaleza está ordenada de manera buena y razonable, la voluntad humana debe aceptar este orden.
- Entonces, las necesidades y los deseos de los hombres deben ser considerados como naturalmente buenos.
Ahora bien, aunque algunos deseos lo son – los que garantizan nuestra supervivencia, por ejemplo, – otros son excesivos y malos. El estoicismo no da cuenta de la dualidad que hay en cada uno de nosotros entre el deseo y la voluntad. Mis deseos se imponen a mí como si fueran determinados por algo exterior, y que no depende de mí.
¿Cómo es posible tal desgarramiento en mí mismo? Aristóteles nos enseña que la felicidad radica en la “vida según el lógos” que se encuentra en la excelencia, la virtud más elevada del hombre. Con todo, si bien es cierto que es la contemplación la que nos libera de los caprichos de la fortuna, el hombre no es espontáneamente, inmediatamente o, por naturaleza, racional.
El hombre es solamente capaz de devenirlo: no es razonable sino en potencia, no en acto. La naturaleza del hombre – que hay que conocer si la felicidad, como la define Aristóteles, consiste en vivir de acuerdo con su naturaleza o en el desarrollo progresivo de su ser – es la de ser un animal potencialmente razonable, susceptible de devenirlo, con la condición de que haga esfuerzos para ejercer y desarrollar su pensamiento.
- El hombre es el ser que no es por nacimiento lo que debe ser, sino que ha de devenirlo.
- El hombre debe realizar su naturaleza, devenir en acto lo que es primero en potencia.
- Es en el horizonte del devenir de la naturaleza, o physis, que Aristóteles abandona la concepción puramente platónica de la phrónesis que implica la identidad del conocimiento teorético y de la conducta práctica.
En el libro VI de la Ética Nicomaquea, Aristóteles le da a la sabiduría práctica, o phrónesis, el significado que tiene en el lenguaje usual, despojándola de todo su alcance teorético: “En el lenguaje vulgar,, es una facultad práctica que se ocupa de dos cosas, la elección de lo éticamente deseable y el prudente descubrimiento de lo ventajoso para uno mismo En relación a la ética significa ahora una disposición habitual del espíritu a deliberar prácticamente sobre cuanto concierne al bien y al mal humano,
- Aristóteles insiste en que no es especulación, sino deliberación; en que no se refiere a lo universal, sino a los fluctuantes detalles de la vida; y en que, por consiguiente, no tiene por objeto las cosas más altas y más valiosas del universo, y de hecho no es en absoluto una ciencia” 25,
- Con el abandono de la teoría platónica de las ideas se advierte la separación entre el ser y el valor, entre el conocimiento y la acción, separación que significa paraAristóteles una distinción mucho más tajante entre metafísica y ética, que la que existía antes, y que lo aleja de un “intelectualismo” que funda la acción ética exclusivamente en el conocimiento del ser.
“Aristóteles trazó una línea entre la una y el otro. Descubrió las raíces psicológicas de la acción y la valoración moral en el carácter, y desde entonces el examen del êthos ocupó el primer término en lo que se vino a llamar pensamiento ético, y suprimió la phrónesis transcendental.
El resultado fue la fecunda distinción entre razón teorética y razón práctica, que hasta entonces habían estado confundidas en la phrónesis” 26, La felicidad consiste ciertamente en vivir conforme a la virtud, en vivir conforme a la naturaleza del hombre, pero, ahora, con Aristóteles, la vida es tanto teoría como práctica y, de manera más precisa, la vida feliz se enraíza en el deseo, en un deseo hablado, comprendido, en una boúlesis que tiene una estructura de sentido que le es fundamental.
Si Aristóteles define la felicidad por la función propia del hombre, es decir, por la actividad de la parte racional del alma, debemos ahora entender que se trata de la vida práctica de esta virtud reflexiva de todas las demás virtudes que es la phrónesis, de una constante reflexión que pone en juego una razón capaz de hacer siempre, pero en condiciones siempre diferentes, el camino que va de la norma al caso singular.
Tal camino es el que, partiendo de un deseo general – boúlesis –, y por ende ineficaz, pasa por la deliberación – boúleusis – acerca de los medios que, para nosotros, nos permiten hacer la mejor elección – proaíresis. La filosofía spinozista reencuentra a Aristóteles en la búsqueda de un conocimiento verdadero de la naturaleza humana y en la afirmación de que el deseo – affectus y cupiditas – atraviesa la experiencia humana y la constituye como tal: “De todos los afectos que se refieren al alma en cuanto que obra, no hay ninguno que no se remita a la alegría o al deseo ” 27,
La esencia del hombre es el deseo, y en él reside el fundamento de la ética. Es la afectividad y no la racionalidad que define al “espíritu humano (mens humana)”. El hombre es un ser de deseo o, mejor, el deseo es la esencia del hombre, y no la señal de su miseria o de su finitud.
El deseo es la potencia de actuar del individuo: “Cada cosa se esfuerza, según su potencia de ser, por perseverar en el ser ” 28, De ahí que el esfuerzo perpetuo de vivir que Spinoza llama conatus, sea la vida misma y que se oponga a la tristeza y a la muerte. El deseo es, entonces, un movimiento de afirmación y no sufrimiento de vivir o de carecer.
Es el esfuerzo constante por desplegar su existencia, es decir, a la vez conservarla y acrecentarla. Todos nuestros deseos particulares son modos de expresión y de realización de este deseo primero de perseverar en su ser. Todo deseo es en el fondo deseo de sí, deseo de realizarse.
- Este oscuro objeto del deseo, soy yo mismo.
- Así, el objeto del deseo es secundario con respecto al deseo mismo o, dicho de otra manera, el deseo es creador de la “deseabilidad” de los objetos.
- De ahí que ninguna cosa sea buena o mala en sí.
- El deseo que nos lleva hacia ella nos hace encontrarla buena.
- No deseamos las cosas porque sean buenas: nos parecen buenas porque las deseamos.
Es el sujeto mismo como deseo quien es la fuente de la definici ón de los bienes y el fundamento de los valores. Spinoza invierte la tesis de una objetividad absoluta de los valores. Las cosas no son buenas en sí mismas sino relativamente a nuestro deseo y a nuestra constitución 29,
¿Cómo es posible entonces que los hombres inviertan el orden y la conexión de las cosas y estén íntimamente convencidos de que la representación de un fin juzgado bueno es la causa primera del deseo? Se trata aquí de una ilusión que se debe al hecho de que los hombres ignoran la causa de sus deseos; esta ilusión es el fruto de una conciencia parcial que se cree total 30,
De ahí la idea, en el fundamento de la ética spinozista, de que solamente un conocimiento verdadero de la naturaleza humana permite comprender y regular la práctica del hombre, de la manera más ventajosa, es decir, buscando lo útil 31, Es menester comprender la necesidad del deseo y deducir de ella todas las propiedades.
Según Spinoza, es la servidumbre nacida de las pasiones – deseos pasivos y no deseos como tales – la que hay que entender, comprendiéndola primero y conociendo luego sus causas. En Spinoza, la libertad es la condición sine qua non de la felicidad. ¿Cuál es entonces la naturaleza de la servidumbre? La respuesta es inequívoca: la pasión; la pasión es el estado en el que no obramos exclusivamente por nosotros mismos, sino que obramos con respecto a causas externas que no entran en la constitución de nuestra naturaleza.
La servidumbre está ligada, por lo tanto, a la tristeza, es decir, a la reducción de esa potencia de existir que es el conatus. El deseo aumenta o se reduce, produciendo bien la alegr ía, bien la tristeza. La servidumbre pasional proviene de un uso erróneo de la imaginación y de un conocimiento parcial, truncado y oscuro de nuestro deseo.
- La pasividad es el despliegue de un deseo que no es autónomo, es la alienación de los actos que no dependen solamente de nosotros, sino de una causa exterior.
- La servidumbre no se refiere a una debilidad de la voluntad, sino a una confusión de nuestro conocimiento.
- Nuestra felicidad, al igual que nuestra desdicha, procede de la modalidad de nuestra relación con el objeto, de la naturaleza del conocimiento que tenemos de él.
La servidumbre de las pasiones no nace, entonces, del deseo en tanto que tal, sino de la falta de conocimiento que nos reduce a no ser más que la causa parcial de nuestros actos. Para llegar a la alegría, para alcanzar la felicidad, es preciso una liberación cuyo propósito es conseguir una verdadera autonomía del sujeto: vivir según su ser propio y según la especificidad de su propia esencia individual.
- Cuando conocemos nuestros sentimientos clara y distintamente, cuando las ideas que nos hacemos de ellos son ideas totales y totalizantes, encontramos una satisfacción absoluta en lo verdadero y somos así liberados de las pasiones.
- Cuando comprendemos nuestras pasiones, cuando integramos el objeto de nuestra pasión en todo un sistema de cosas donde pierde su individualidad y su prestigio, nos liberamos al mismo tiempo de su poder fascinante.
La alegría apacigua los tormentos que pueden resultar de las pasiones, al hacer de nuestra afectividad el objeto de un conocimiento verdadero. El conocimiento verdadero libera por lo tanto al deseo de los falsos bienes: no lo suprime, transforma un deseo ignorante, alienado y pasivo en un deseo ilustrado, autónomo y activo.
- El deseo no debe ser reprimido, como en Freud, o subyugado, como en Platón, aun bajo la forma disfrazada de su racionalización.
- Debe, por el contrario, abrirse, desarrollarse y volverse lúcido, es decir, reflexionarse a sí mismo.
- Solamente en la pasión es el deseo ciego: el hombre apasionado está alienado, disminuido y triste.
La liberación será aumento de potencia. Todo conocimiento verdadero es alegría: el deseo es tanto más fuerte cuanto más vasto es el saber; resulta de un conocimiento y no de una represión del deseo. Lo que el hombre libre alcanza es la alegría permanente, es decir, la felicidad, la satisfacción de sí entendida como amor de sí que no es ni egoismo ni narcisismo.
- Se trata de valores universales, asequibles a todos, a partir del momento en que los hombres son conducidos por la razón.
- Alegría de existir obrando según su propia naturaleza y sus propias normas, en la perspectiva de la generosidad y de la amistad.
- El hombre libre y feliz es a la vez plenamente él mismo y siempre abierto al otro.5.
Conclusión La ética es la pregunta filosófica acerca de los caminos que pueden conducir la experiencia de la vida hacia la felicidad 32, El fin de la filosofía como ética es la búsqueda efectiva de los medios que permiten construir la vida como se construye una casa 33,
La ética es también el esfuerzo por construir la libertad: la construccción de la libertad es una exigencia implicada en la idea misma de una vida feliz. Una felicidad vivida en la opresión no sería una auténtica felicidad, una felicidad coaccionada sería un sufrimiento: la felicidad debe ser vivida en la independencia y en la libertad al igual que la libertad debe ser experimentada como felicidad y satisfacción.
La ética como búsqueda de los caminos que conducen a la felicidad tiene repercusiones políticas, en la medida en que el combate personal y reflexivo por la felicidad tan sólo es posible mediante la elaboración de una organizaci ón política de la sociedad.
- La democracia aparece como el mejor de los regímenes, porque defiende la libertad de los individuos.
- La democracia es el reconocimiento del papel fundador del sujeto libre.
- Al igual que el sujeto es el origen de su propia vida, y que, como lo muestra Spinoza, es el sujeto mismo el que es la fuente de las significaciones del mundo, el ciudadano es el origen de las instituciones que van a administrar su vida social.
Como bien lo advirtiera Kant, no es posible pensar en la felicidad de manera egoísta 34, Nuestro destino individual está ligado al de la humanidad entera. La felicidad de unos no puede edificarse sobre la desdicha y la explotación de otros: la justicia social es necesaria.
Si mi existencia está siempre amenazada, si siempre tengo hambre o si debo trabajar sin parar para ganar apenas lo que me permite subsistir, si el miedo y la preocupación nunca me abandonan, es obvio que no puedo avanzar en la búsqueda de la felicidad. La técnica sirve para nuestras necesidades; tan pronto como nuestros deseos aumentan – deseos que a menudo no son “ni naturales ni necesarios” – exigen para su satisfacción una cooperación mayor entre los hombres.
Pero esta cooperación es a menudo buscada con fines egoístas. Esta unión entre todos los hombres, que nace irresistiblemente de los progresos de la técnica, caracteriza la civilización industrial, corresponde a nuestra codicia insaciable y tiene su principio en el egoismo.
- Para satisfacer nuestros deseos superfluos, dependemos de nuestros semejantes.
- Mas esta dependencia, lejos de inclinarnos hacia la benevolencia y la solidaridad, exacerba nuestras pasiones, nos precipita hacia feroces rivalidades y nos encadena a nuestras pasiones.
- La sociedad da nuevas fuerzas al que ya tiene demasiado, mientrás que el débil, perdido, ahogado y aplastado en y por por la multitud no encuentra ningún refugio, ninguna ayuda y finalmente perece víctima de esta unión engañosa de la que esperaba su propia felicidad.
Recordemos, pues, la lección de sabiduría y de civismo de los antiguos filó- sofos: no hay felicidad ni paz para los hombres si ellos rechazan la moderaci ón de los deseos y el respeto a la justicia. Pero recordemos también la generosidad cartesiana, porque ¿cómo estimar a los demás sin estimarse a uno mismo? Entonces, uno ya no depende del todo de los demás y se convierte en un punto sólido, capaz de ser feliz, de dar felicidad y de “procurar el bien general de todos los hombres en la medida en que está a nuestro alcance” 35,
- No debemos contemplar con pesimismo y resignación que no somos felices y que las circunstancias no son favorables.
- Debemos actuar, debemos construir la felicidad: debemos jurar ser felices 36,
- 1 Obras de San Agustín en edición bilingüe, preparada por el padre Victorino Capanaga, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1979, T.
I, 2, 10, p.553. San Agustín no pone en el umbral de la filosofía la admiración (thaumázein) sino el ansia de felicidad: “Comúnmente, – escribe en el Sermón 150 – todos los filósofos en sus estudios, en sus investigaciones, en sus disputas, en su vida toda buscaban la felicidad (vitam beatam)”.
La literatura antigua sobre la felicidad es inmensa. No se trata, desde luego, ni de recorrerla ni de dar cuenta de ella. La elección se impone; hubiéramos podido citar, por ejemplo, a Platón, quien pregunta en el Eutidemo 278e: “¿No deseamos acaso todos nosotros, hombres, ser dichosos (eu prattein)?”, Platón, Diálogos II, traducciones, introducciones y notas por J.
Calonge Ruíz, E. Acosta Méndez, F.J. Olivieri, J.L. Calvo, Madrid, Gredos, 1983.2 Séneca ya lo había advertido: “No hay quien no quiera, oh hermano Galión, vivir felizmente (vivere, Gallio frater, omnes beate volunt), pero para ver qué es lo que hace la vida feliz, todos andan ciegos; por eso no es nada fácil conseguir una vida bienaventurada (beatam vitam) hasta el punto de que tanto más se separa de ella quien con más vehemencia la busca, si se equivoca de camino (si via lapsus est), pues si va por el contrario, la misma velocidad es causa de un mayor distanciamiento”, De la vida bienaventurada, LucioAnneo Séneca, Tratados morales, Introducción, versión española y notas por José M.
Gallegos Rocafull, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1944, Tomo I, p.6.3 Véase, Jean-Paul Margot, La modernidad. Una ontología de lo incomprensible, Cali, Programa editorial Universidad delValle, Segunda edición, 2004, pp.53-71.4 Pascal, Les pensées, Sección II, fragmento 171: “Miseria.
– La única cosa que nos consuela de nuestras miserias es la diversión (divertissement) y, sin embargo, es la más grande de nuestras miserias. Porque es ella la que nos impide principalmente pensar en nosotros, y la que nos hace perdernos insensiblemente.
Sin esto, estaríamos en el aburrimiento, y este aburrimiento nos llevaría a buscar un medio más sólido para salir de él. Pero la diversión nos entretiene y nos lleva insensiblemente a la muerte”, Pensées et Opuscules, Publiés avec une introduction, des notices et des notes par M. Léon Brunschvicg, Paris, Classiques Hachette, 1968, p.407.
La diversión es el medio por el cual, voluntaria o inconscientemente, nos apartamos de la dura y triste realidad, o sea todo lo que nos impide “pensar en nosotros mismos”. Pero, “pensar en nosotros mismos” no significa para Pascal entregarse al culto del yo.
“Pensar en nosotros mismos” es mirar de frente lo trágico de nuestra existencia: vista insostenible.5 Durante mucho tiempo el término areté, que solemos traducir por “virtud”, ha significado, con respecto a cualquier orden de realidad o de actividad, “una disposición permanente para producir ciertos efectos, una perfección cualitativa definida y especial, una excelencia profunda con relación a lo que está en cuestión:”, L.
Robin, La morale antique, Paris, Presses universitaires de France (1938), 1963, p.72.6 La República, IV, 441 e-442b, versión de Antonio Gómez Robledo, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2000. Las tres partes que hay en el alma son el lógos, razón, el thumós, cólera o fogosidad, y la epithumía, concupiscencia.
Acerca de la analogía entre el alma – psyché – y la ciudad – pólis -, véase J. Lear, “Inside and Outside The Republic” en, Phronesis, 1992, vol. XXXVII/2, pp.184-215. Véase también, Jean-Paul Margot, “Platón: discurso y poder” en, Los filósofos, la política y la guerra, Cali, Universidad delValle, Grupo Práxis, 2002, pp.17-39.7 “Tal vida, sin embargo, sería demasiado excelente para el hombre.
En cuanto hombre, en efecto, no vivirá de esta manera, sino en cuanto hay en él algo divino, y en la medida en que ese algo es superior al compuesto humano, en esa medida lo es también su actividad a la de las otras virtudes. Si, por tanto, la mente es divina respecto del hombre, también la vida según ella es divina respecto de la vida humana.
Pero no hemos de tener, como algunos hombres aconsejan, pensamientos humanos puesto que somos hombres, ni mortales puesto que somos mortales, sino en la medida de lo posible inmortalizarnos y hacer todo lo que está a nuestro alcance por vivir de acuerdo con lo más excelente que hay en nosotros; en efecto, aun cuando es pequeño en volumen, excede con mucho a todo lo demás en potencia y dignidad”, Aristóteles, Ética a Nicomaco, X, 7, 1177b25 – 1178a1, edición bilingüe y traducci ón por M.
Araujo y J. Marías, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1985.8 Recordemos la famosa frase de Aristóteles: “Porque una golondrina no hace verano, ni un solo día, y así tampoco hace venturoso (makários) y feliz (eudaímonos) un solo día o un poco tiempo”.
- Ética Nicomaquea, 1098a 19-20.
- La felicidad es el ejercicio de la virtud “en una vida entera”: véase el caso de Príamo.9 Véase la carta a Meneceo, Epicuro, Obras, Barcelona, Altaya, 1995, pp.57-65.10 Epicteto, Manual, pensamiento 1; Manuel d´Épictète, introducción, traducción y notas por P.
- Hadot, Paris, Le livre de poche, 2000, p.161 y Disertaciones por Arriano, I, 1, traducción, introducción y notas de P.
Ortiz García, Madrid, Gredos, 1993, pp.56-60.11 1094ª 1-24.12 Carta a Elisabeth del 4 de agosto de 1645,A.T, IV, 263, 3-14, en la cual Descartes comenta el texto de Séneca al que nos referimos en la nota 2. Todas las citas de Descartes se refieren a la edición: Oeuvres de Descartes publicadas por CharlesAdam&Paul Tannery (12 volúmenes, Paris, 1897-1909), nueva edición, 13 volúmenes, Paris, Vrin, 1974-1983.
- Usamos las inicialesA.T, y señalamos el número del volumen (en caracteres romanos), seguido del número de la página y del número de la primera y la última línea (en caracteres arábigos).13 M.
- Tulio Cicerón, Del supremo bien y del supremo mal (De finibus bonorum et malorum), Introducción, traducción y notas: Víctor-José Herrero-Llorente, Madrid, Planeta DeAgostini, p.190.
Quintín Racionero cree, a diferencia de los intérpretes que siguen a Bonitz e identifican “skopós”, o meta, y “télos”, o fin, que “skopós tiene un campo semántico propio y que, en determinados contextos, forma, con télos, una oposición significativa.
Es plausible pensar, en consecuencia, que skopós-télos cumplen, en el ámbito de la filosofía práctica, el mismo papel que Aristóteles le concede, en la filosofía teorética, a la distinción entre “fin en sí” y “fin por el que algo se hace” cfr. Aristóteles, Retórica, introducción, traducción y notas por Quintín Racionero, Madrid, Editorial Gredos, 1990, p.205, nota 98.14 R.
Descartes, Las pasiones del alma, Artículo 152, A.T, XI, 445. Las cursivas son nuestras. Notemos que el libre albedrío de Descartes es, a diferencia del de San Agustín y del de Lutero, independiente de la gracia.15 Ética Nicomaquea, IV, 7-9, 1123ª 34 -1125ª 35.16 F.
- Nietzsche, Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza Editorial, 1983, traducción de A., Sánchez Pascual, pp.38-40.17 Raoul Vaneigem, Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones (1967), Barcelona, Anagrama, 1977, pp.67-70.18 Véase G.
- Debord, La société du spectacle (1967), Paris, Le livre de poche, 2003.19 H.
Marcuse, Eros y civilización (1953), Madrid, Sarpe, 1983, p.27.20 Véase G. Lipovetsky, la era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, Barcelona, Anagrama, 1996.21 A. Gide, Les nourritures terrestres (1897) suivi de Les nouvelles nourritures (1935), Paris, Le livre de poche, 1967, p.199.22 P.
- Hadot, La citadelle intérieure, Paris, Fayard, 1992, pp.99-100.23 Epicteto, Manual, pensamiento 8; Manuel d´Épictète, Op.
- Cit., p.169.24 G.W.F.
- Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía, traducción de W.
- Rooces, México, F.C.E., 1977, tomo II, pp.340-375.25 W.
- Jaeger, Aristóteles, México, F.C.E.1946, pp.101-102.26 Ibíd., p.103.
Acerca de la noción de êthos, véase Jean-Paul Margot, “Acerca del carácter”, Estudios de filosofía, Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia, Medellín, 2003, pp.9-21.27 B. Spinoza, Ética, III, prop. LIX. Véase Ética III, Definiciones de los afectos, Definición I: “El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a hacer algo en virtud de una afección cualquiera que se da en ella”.
El afecto (afectus y no afectio) es un dinamismo consciente: es una modificación del cuerpo acompañada por la idea (conciencia) de esta modificación. Todas las citas de Spinoza remiten a la edición de Carl Gebhardt, B. Spinoza, Opera, ImAuftrag der Heidelberger Akademie derWissenschaften herausgegeben von Carl Gebhardt, Carl Winters Universitätsbuchhandlung, Heidelberg (1925), 1972.28 B.
Spinoza, Ética, III, prop. VI; y Ética IV, prop. XXV: “Nadie se esfuerza por conservar su ser a causa de otra cosa”. Esta ley del conatus vale para toda la naturaleza.29 “Así pues, queda claro, en virtud de todo esto, que nosotros no intentamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzguemos bueno, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno porque lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos “, Ética, III, prop.
- IX, esc.; véase también, Ética, III, prop.
- XXXIX, esc.30 Véase Jean-Paul Margot, “El hombre bajo la conducta de la razón y la libertad en Spinoza”, Razón y fábula, Universidad de los Andes, Bogotá, 1976, Nos.40-41, pp.113-127.31 Véase Ética IV, Definición I: “Entiendo por bueno lo que sabemos con certeza que nos es útil”.
Esta definición debe entenderse en la perspectiva del final del Prefacio de la parte IV de la Ética, y ésta, a su vez en la perspectiva del parágrafo 13 del Tratado de la reforma del entendimiento. “Bueno” y “malo” son vocablos que se refieren a lo que nos permite o no acercarnos al “modelo de naturaleza humana” que Spinoza se propone.
- Véase B. Spinoza, Tratado de la reforma del entendimiento, Estudio preliminar, traducción y notas de Lelio Fernández y Jean-Paul Margot, Madrid, Tecnos, 1989, pp.
- XIX-XXI.32 “Esperamos de la filosofía que nos saque de este estado que llamaré un estado de crisis, un estado de inquietud, de trastorno, de angustia a veces.
Esperamos de la filosofía que nos dé indicaciones para existir, principios de acción, en una palabra que nos dé una ética”, R. Misrahi, Le sujet et son désir, Paris, Éditions Pleins Feux, 2003, p.8.33 Véase la imagen de la casa de Descartes en el Discurso del método, parte III, imagen que también utiliza Spinoza en el Prefacio a la parte IV de su Ética – ya no en el contexto de una causalidad final, sino en el de una causalidad eficiente.34 ” el egoísta moral es aquel que reduce todos los fines a sí mismo, que no ve más provecho que el que hay en lo que le aprovecha, y que incluso como eudemonista pone meramente en el provecho y en la propia felicidad, no en la idea del deber, el supremo fundamento determinante de su voluntad.
- Pues como cada hombre se hace un concepto distinto de lo que considera como felicidad, es justamente el egoísmo quien llega a no tener una piedra de toque del verdadero concepto del deber, la cual ha de ser un principio de validez universal.
- Todos los eudemonistas son, por ende, egoístas prácticos”, I.
Kant, Antropología en sentido pragmático, versión española de J. Gaos, Madrid, Alianza Editorial, 1991, Primera parte, Didáctica antropológica, parágrafo 2: “Del egoísmo”, p.19. Para Kant, la moral de la felicidad no contiene imperativos categóricos sino imperativos hipotéticos – prudencia, habilidad – que tienen que ver con los medios para alcanzar nuestra felicidad: Fundamentación de la metafísica de las costumbres, edición bilingüe y traducción de J.
Mardonimgo, Barcelona, Ariel, 1996, Segunda sección.35 R. Descartes, Discurso del método parte VI, A.T, VI, 61, 26-28.36 Véase Alain, Propos sur le bonheur (1928), Paris, Gallimard, Folio essais, sf., pp.211- 213. “¿Cómo una consigna emancipadora de las Luces, el derecho a la felicidad, ha podido convertirse en dogma, en catequismo colectivo?” (p.17); tal es la aventura que P.
Bruckner intenta describir en L´Euphorie perpétuelle. Essai sur le devoir de bonheur, Paris, Le livre de poche/Grasset, 2000.
¿Qué es la felicidad y cómo se logra?
Fortalezas e intereses – Nuestras fortalezas son las cosas que hacemos bien y que nos gusta hacer. Todos tenemos fortalezas, aún si todavía no las hemos descubierto. Ejemplos de fortalezas son los siguientes:
las cosas en las que estamos interesados —por ejemplo, la música, el arte, la ciencia, construir cosas, cocinar, leer cualquier capacidad que tengamos —como pintar, tocar un instrumento, o hacer un deporte nuestras cualidades —ser buena persona, tener buen humor o ser líder
La felicidad aumenta cuando descubrimos una fortaleza y la practicamos. Cuanto más practicamos una fortaleza, más la mejoramos. Cuando hay algo que hacemos muy bien y disfrutamos, podemos perdernos dentro del mundo que rodea a esta actividad; nos dejamos llevar.
¿Qué dice la Biblia de la felicidad?
La verdadera felicidad se halla en seguir el ejemplo de Cristo y desarrollar atributos divinos, como la obediencia, la bondad, la honestidad, la gratitud, la humildad, el amor, la caridad y el perdón. Viene al servir y ayudar a los demás a seguir a Jesucristo.
¿Qué significa la palabra felicidad según la Biblia?
La felicidad consiste en conocer y poseer a Dios. Agustín enseña que la felicidad radica en el proceso de tomar con alegría lo que la vida nos proporciona. El camino a la felicidad está en Dios.
¿Qué es la felicidad según Aristóteles?
Frente a frente – La filosofía de Aristóteles considera la felicidad como el supremo bien y el fin último del hombre. Es la máxima aspiración humana y resulta del todo posible lograrla conjugando los bienes externos, del cuerpo y del alma. Para Freud, la felicidad se presenta como resultado de satisfacer necesidades acumuladas, que han alcanzado un nivel elevado de tensión.
¿Qué es la felicidad para Platón?
Para Platón el concepto de Felicidad es semejante al de Tales: son felices los que poseen bondad y belleza.5. Aristóteles dijo que las personas Felices deben poseer tres especies de bienes: externos, del cuerpo y del alma. Estas definiciones se complican con la de beatitud y hace más difícil el logro de una felicidad.
¿Qué es la felicidad para Socrates?
A) Felicidad: (eudomonia) Para Sócrates la felicidad es el último bien del hombre y se logra con la práctica de la virtud. No se trata de la felicidad lograda de los placeres sensibles y fugaces, sino aquella serena y estable que proviene de la contemplación de la verdad y que se logra con la práctica de la virtud.
¿Cuál es el secreto de la felicidad?
Claves para ser feliz – En este sentido, Ben-Shahar ha revelado que existen una serie de patrones, seis en concreto, que se repiten en todas las personas que aseguran ser felices. El primero de todos ellos radica en ser optimistas, La felicidad no depende solamente de nuestras circunstancias, sino más bien de la actitud que mostramos ante ellas. Ser optimista y resiliente te ayudará a alcanzar la felicidad (Pixabay) Además de ser optimitas, debemos ser resilientes, La resiliencia es una cualidad que permite a las personas adaptarse a las adversidades y convertirlas en una oportunidad para crecer a nivel personal.
- Ya sea la pérdida de un ser querido, una ruptura sentimental o quedarse sin trabajo.
- La vida está llena de adversidades, pero es imprescindible superar los miedos ante los obstáculos, reponerse, superarlos y estar preparados para futuras caídas o pérdidas.
- Para ser felices hay que evitar la procrastinación, es decir, aplazar nuestras responsabilidades de forma recurrente.
Esto puede generar estrés, angustia, tensión y agobios que no vienen a cuento. Organizar nuestra vida y ponerla en orden es la clave. Tiene que haber tiempo para trabajar, para descansar, para divertirse. Si algo falta, algo estamos haciendo mal. La felicidad no depende de las circunstancias, sino de la actitud que mostramos ante ellas Para encontrar la estabilidad, la mayoría de las personas necesitamos socializar y mantener una buena relación emocional con nuestros seres queridos, algo que ayudará a mejorar la autoestima y establecer vínculos y crecer como individuos.
- Asimismo, Ben-Shahar destaca que ser agradecido hace que te sientas mejor y mejora las relaciones interpersonales.
- Junto a todo esto, practicar deporte es fundamental para tener una buena salud física y mental.
- Con solo 30 minutos de ejercicio diario se puede aliviar el estrés y generar endorfinas, notando un cambio gradual en el estado anímico y del cuerpo.
El doctor en psicología Tal Ben-Shahar convirtió la felicidad en una asignatura académica en la Universidad de Harvard, Sus clases ostentan el récord de ser las que más estudiantes ha tenido en la historia de tan distinguida institución con más de 1.400 alumnos por semestre.
¿Dónde está la felicidad según la filosofia?
Qué es la felicidad según Aristóteles – Aristóteles, uno de los pensadores más influyentes, expresa que la felicidad es un fin universal del ser humano, Es decir, más allá de las diferencias y circunstancias de cada persona, esta motivación está presente en el corazón de todos.
La satisfacción de la felicidad parte del ejercicio de la virtud como base para la práctica del bien, puesto que una vida plena también es la consecuencia de acciones virtuosas y éticas. Mientras que existen muchos medios que tienen un valor meramente instrumental, la felicidad no es un medio sino un fin.
El error reside, con frecuencia, en dar un lugar prioritario en relación con este tema a un aspecto que no tiene este valor. Por ejemplo, aunque el factor económico está presente en el estilo de vida, el dinero y lo material es un medio. ¿Qué ocurre cuando una persona hace de este medio una búsqueda absoluta en su día a día? Lejos de alcanzar la alegría experimenta, la insatisfacción constante de la avaricia, le lleva a poner el punto de atención en la carencia de aquello que todavía no posee.
¿Cuáles son las 3 hormonas de la felicidad?
21 marzo 2017 Fuente de la imagen, Getty Images Pie de foto, Bailar es una forma de aumentar la endorfina y, por ende, sentirse más feliz. A lo largo de los siglos los artistas y pensadores se han dedicado tratar de definir y representar la felicidad. Sin embargo, en las últimas décadas, grupos menos románticos se unieron a esta difícil tarea: los endocrinólogos y neurocientíficos.
- Su objetivo es estudiar la felicidad como un proceso biológico, para encontrar qué desata dicho sentimiento desde el punto de vista físico,
- Es decir, no les importa saber si las personas son más felices gracias al amor o al dinero, sino qué sucede en el organismo cuando la alegría efectivamente se dispara y cómo “forzar” el sentimiento.
En este sentido, existen cuatro químicos naturales en nuestros cuerpos que suelen ser definidos como el “cuarteto de la felicidad”, conformado por la endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina, La investigadora Loretta G. Breuning, autora del libro Habits of a happy brain (“Hábitos de un cerebro feliz”), explica que “cuando tu cerebro emite uno de estos químicos, te sientes bien”.
Sería bueno que surgieran todo el tiempo, pero no funcionan así”, escribe la profesora emérita de la Universidad Estatal de California (EE.UU.). “Cada químico de la felicidad tiene un trabajo especial que hacer y se apaga una vez que el trabajo está hecho”. En BBC Mundo te contamos distintas formas simples de activar estos cuatro químicos de la felicidad sin necesidad de medicamentos o sustancias dañinas.
Fuente de la imagen, Getty Images Pie de foto, Comer alimentos picantes puede causar una sensación de dolor. pero también felicidad.
¿Qué activa la hormona de la felicidad?
Endorfinas: las hormonas del placer – Las endorfinas son sustancias naturales sintetizadas por el cerebro que alivian el dolor sin generar efectos secundarios. Estas hormonas bloquean los receptores del dolor; cuando son liberadas, se extienden por todo el organismo a través de la sangre.
- La felicidad está ligada estrechamente a esta hormona, por lo que influye directamente en nuestro estado de ánimo.
- Una de las mejores formas de liberar endorfinas es hacer ejercicio, tener contacto físico, reírse a carcajadas, ser agradecidos y recordar buenos momentos.
- El consumo de alimentos que contienen triptófano también aumenta la producción de endorfinas.
Este lo encuentras en alimentos ricos en vitamina B, como frutas cítricas, legumbres y cereales integrales como la avena. Asimismo, alimentos picantes, chocolate, especias como la nuez moscada, ginseng y en general una alimentación que cumpla con la tabla nutricional puede ser de gran utilidad para su producción.
¿Dónde se almacena la felicidad?
La felicidad – Esta activa varias áreas del cerebro, incluyendo la corteza frontal derecha, el precuneus, la ínsula izquierda y la amígdala izquierda. Esta actividad involucra conexiones entre la conciencia (corteza frontal e ínsula) y el «centro de sentimiento» (amígdala) del cerebro.
¿Qué es la felicidad de acuerdo a la Biblia?
La felicidad consiste en conocer y poseer a Dios. Agustín enseña que la felicidad radica en el proceso de tomar con alegría lo que la vida nos proporciona. El camino a la felicidad está en Dios.
¿Qué es la felicidad en la antigüedad?
Historia de la Felicidad Para una joven de hoy – en una sociedad industrializadacon todas sus necesidades cubiertas— es posible que tres kilos menos representen la felicidad. Para una del siglo XVII – en una sociedad acostumbrada a la penuria— tres kilos menos podían ser la desgracia.
- El sentimiento es unánime: todos, de una manera o de otra, pretendemos, aspiramos, deseamos ser felices.
- Pero la felicidad es un concepto relativo, porque no encontraremos dos personas que sean dichosas exactamente de la misma manera.
- Sin embargo, si hiciéramos la comparación entre nosotros y nuestros abuelos o nuestros ancestros medievales, la diferencia se convertiría en abismo: a lo largo de la historia la felicidad no ha significado nunca lo mismo, ni nunca ha sido, como ahora, una prioridad.
Desde que el ser humano pisa la faz de la Tierra ha tratado de algún modo u otro de encontrar la dicha. Y de eso hace ya 400.000 años. Dicen los científicos que si no, no hubiéramos podido sobrevivir. Que si la mayoría de los individuos de la especie no se hubieran sentido satisfechos o no hubieran tratado de conseguirlo, se habrían autodestruido, habrían perdido interés por la procreación y, probablemente, se habrían extinguido.
Tratar de ser feliz es un mecanismo evolutivo impreso en nuestros genes. Y, sin embargo, “el concepto es tan indetermina-do que aunque todo el mundo desee conseguirla, nadie puede decir de forma definitiva y firme qué es lo que realmente desea y persigue”, advirtió ya en el siglo XVIII el filósofo alemán Immanuel Kant.
No sólo nos resulta complicado definir qué es la felicidad, sino también qué nos hace felices. Hagan la prueba, realicen una pequeña encuesta a su alrededor y pregunten a quienes les rodean qué les hace felices; con toda seguridad, obtendrán tantas respuestas distintas como personas encuestadas.
“Probablemente, las cosas concretas que nos hagan felices sean bastante diferentes de una persona a otra, pero, desde un punto de vista psicológico, el mecanismo es bastante parecido”, explica Asun Mena, psicóloga y directora de Quid, una consultoría especializada en estudios sociológicos y mercado.
“La felicidad se ha definido de muchas formas, a menudo como un estado de búsqueda y desde perspectivas más dinámicas de la psicología, como la realización del deseo. Y los deseos pueden ser muy distintos, desde estar muy bien con mi familia, hasta unas vacaciones en Bali o que mi empresa vaya bien”.
- Las personas mayores, para sentirse bien, suelen valorar mucho las relaciones y la seguridad económica, mientras que para los jóvenes tiene más peso su imagen y el grupo al que pertenecen.
- Incluso a lo largo de la vida experimentamos la felicidad de distinta forma.
- Y si esa diferencia es tan importante entre una persona y otra, cuando la comparación es entre periodos históricos distintos la distancia es, sencillamente, sideral.
Pongamos por caso a un hidalgo en la España del siglo de oro. Su felicidad “radicaba en su honor, aunque no tuviera qué comer – explica la historiadora y escritora María Pilar Queralt del Hierro, autora deMujeresde vida apasionada (La Esfera de los Libros, 2010)-.
- En cambio, hoy en día preferimos comer aunque para ello haya que robar, o estafar, o malversar fondos públicos.
- Para Don Quijote la felicidad consistía en deshacer entuertos, mientras que Tales de Mileto consideraba que sólo se podía ser feliz con un cuerpo y un alma sanos, y fortuna”.
- Aunque solemos dar por sentado que tenemos derecho a ser felices, se trata de una idea bastante reciente, como explica el historiador Darrin Mc-Mahon en Una historia de la felicidad (Taurus,2005).
Es más, esa idea procede de la Ilustración, en el siglo XVIII. Sin embargo, del concepto de felicidad se empezó a hablar mucho mucho antes. La mención más antigua que se conserva es del siglo VIII a.C., y, como ocurrió durante toda la antigüedad, estaba ligada a la tragedia.
De llegar, era algo que simplemente sucedía, no se podía hacer nada por conseguirla, de manera que la gente, impotente, esperaba resignada.De hecho, esa relación entre la dicha y la fortuna marcó el nacimiento de vocablos en la mayoría de las lenguas indoeuropeas para designar este concepto. Happiness proviene del inglés medio happ que significa ocasión, fortuna.
El término francés, bonheur,procede de bon (bueno) y heur (suerte o fortuna). En italiano, español, portugués y catalán, felicità,felicidad, felicidade y felicitat derivan del término en latín felix,que a veces significa suerte y, otras, destino. Y, curiosamente, aunque es en los albores de la humanidad cuando se empieza a relacionar la felicidad con el azar, la mayoría de la palabras que surgen para denominar este concepto no aparecen hasta mucho después, hasta la edad media, una época en que la gente era de todo menos feliz en este planeta.Pongámonos en la piel de un campesino del siglo XI e imaginemos la extrema pobreza, las terribles epidemias, el hambre, las guerras y la violencia, la tiranía.
- Pocos motivos había para ser feliz, salvo la propia supervivencia – aunque en esas condiciones la supervivencia no parece precisamente el mejor de los destinos— y. Dios.
- Durante siglos, el cristianismo establecería una asociación, apuntada ya por Aristóteles, entre felicidad y Dios, y la asociaría a paraísos prometidos.
En la edad media, todo el mundo tenía derecho no a ser feliz, sino a albergar la esperanza de serlo en otra vida. Y por aquella recompensa las personas soportaban todo tipo de sufrimientos terrenales. El Renacimiento hace tambalearse este entramado ideológico, porque, en la medida en que – al menos para los intelectuales de la época- el centro del mundo deja de ser Dios, pierde sentido la idea de que la felicidad está en el cielo.
Además, los avances tecnológicos del final de la edad media permitieron mejorar determinados aspectos de la calidad de vida de los europeos que les permitieron mirar el mundo y su propia vida desde un prisma distinto. “A partir del humanismo, en el siglo XV, con las corrientes vinculadas a los epicúreos, se vuelve a ligar el placer a la felicidad – apunta la historiadora y escritora María Pilar Queralt-.
El humanista, orador, educador y filósofo italiano Lorenzo Valla y más tarde el pensador inglés John Locke, considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno, pensaban que la felicidad era el máximo placer que se podía obtener. En este sentido, es una postura ante la vida mucho más hedonista; y la felicidad empieza a tener un significado más social: es aquel placer o estado placentero que se puede extender a un mayor número de personas”.Ahora imaginemos a ese campesino del siglo XI siete siglos después.
- Es cierto, en el Renacimiento ya sabe que se puede conseguir la felicidad, pero es probable que ese estado esté reservado sólo a unos privilegiados.
- En el siglo XVIII se producen notables mejoras en agricultura – mejoran las cosechas y disminuyen las hambrunas—, sanidad y empieza la revolución industrial.
La población europea se dispara y ese campesino del siglo XI ve, ahora, como la subsistencia está algo más garantizada. A partir de este momento aspira a alguna cosa más.Y es entonces cuando surge la idea moderna de felicidad como derecho del individuo.
En la Ilustración filósofos como Voltaire y Rousseau afirman que felicidad no es un capricho del destino, ni tampoco un don divino que uno recibe como premio a un buena conducta en vida, sino algo que todos deberíamos alcanzar en la Tierra, aquí y ahora. “El ser humano tiene derecho a ser feliz y es misión del gobernante conseguirlo”, puntualiza Queralt.
La importancia que se le da a este concepto es tanta que dos textos fundamentales en la política de la época – y también en la actualidad- como son la Declaración de Independencia de Estados Unidos (1776) y la Declaración de los Derechos del Hombre (Francia, 1789) establecen el derecho a “la felicidad de todos”.
“Los seres humanos iniciaban una grandiosa búsqueda que todavía continúa”, señala McMahon.¿Quiere esto decir que nuestros antepasados del siglo XIX ya pensaban en términos parecidos a nosotros sobre la felicidad? Pues tampoco, porque los cambios operados en las sociedades occidentales en los últimos 200 años han sido de un calado enorme y nuestra visión del mundo ha variado con ellos.
Volvamos al ejemplo del campesino que encontramos anteriormetne en el siglo XI y que habíamos dejado en el siglo XVIII. A mediados del siglo XIX, las condiciones de vida del campo le asegurarían la subsistencia, pero le permitirían salir de la pobreza, por lo que tal vez debería emigrar a la ciudad, donde trabajaría en una fábrica siete días a la semana para asegurar una vida más o menos próspera.
Quizás, viviría en unas condiciones que hoy juzgaríamos como próximas a la esclavitud, pero, en aquel momento, posiblemente le acercaran más a su idea de la felicidad. Y es que en la ciudad tendría más acceso a los avances tecnológicos, a una sanidad notablemente mejor y, con suerte, a educación para sus hijos, que, lejos del campo, azotado por enfermedades, tendrían, además, más posibilidades de sobrevivir.Puede ser que la felicidad sea inalcanzable como dicen muchos, pero es que además, como hemos visto hasta ahora, es mutante a lo largo del tiempo.
Y si colocamos la lente sobre nuestro pasado más reciente veremos que los mismo cambios acaecidos durante siglos se han producido también, y en ocasiones de forma acelerada, en el caso de nuestro abuelos y de nuestros padres. Los primeros vivieron épocas de penurias y una guerra civil, y tal vez, su prioridad sería poder vivir con tranquilidad satisfaciendo sus necesidades básicas y alimentar a su familia gracias a un empleo fijo.
Tal vez su felicidad se encontraba justo ahí, en ese pequeño negocio o en ese puesto de trabajo para toda la vida, un concepto que hoy parece pertenecer a la noche de los tiempos.¿Y para nuestros padres? Para ellos – sigamos imaginando-, que tenían resuelta en buena medida la subsistencia gracias a los avances científicos y tecnológicos apabullantes del siglo XX que mejoraron las condiciones sanitarias y la salud, la dicha estaba en mejorar su bienestar y en garantizar unos estudios a los hijos.Para nosotros, en cambio, las prioridades han cambiado.
En el primer mundo, con una esperanza de vida al nacer que prácticamente dobla la de principios de siglo y con las necesidades básicas más que cubiertas, la felicidad, además, está en otras cosas: disfrutar de los placeres de la vida, tender hacia la realización personal.
No es casualidad probablemente que la segunda mitad del siglo XX haya visto florecer las aficiones y los hobbies, y posiblemente tampoco lo sea que, con una esperanza de vida que supera los 80 años, la gente tenga bastante claro que una pareja no tiene que ser necesariamente para toda la vida.Pero, en buena parte, en la segunda mitad del siglo pasado, nuestra felicidad ha tenido que ver con el consumo.
Para el filósofo francés Pascal Bruckner, autor del libro La euforia perpetua.Sobre el deber de ser feliz (Tusquets, 2001), el problema es en buena medida que se ha confundido bienestar con felicidad. “Hay una aparición de las nuevas necesidades que tiene que ver con el confort, que son bienes materiales.
Y es como si esos bienes se personalizaran de tal manera que nos individualizan, como el ordenador, el iPod, o el móvil”.Desde la década de los 50, la esperanza de vida ha aumentado en cantidad pero también en calidad. La Segunda Guerra Mundial, señala María Pilar Queralt, acabó con los fascismos, y se pensó que quedaba entonces garantizado un mundo libre; se había superado la crisis del 29, por lo que se abrió un periodo de bonanza económica sin precedentes; el auge de la ciencia y la técnica permitía augurar un mundo sin enfermedades y sin distancias.
Todo eso propició la sensación de que ya estaba todo conseguido y que aquel era un mundo en el que el esfuerzo no era un mérito, como podía serlo en el siglo XIX. Por ello, “ahora tienes que ser feliz, es casi una obligación”.Se estableció un sistema basado en el incentivo del consumo, en el que el mercado se convertía en una fuerza reguladora de la economía, y la oferta y la demanda se generan mutuamente.
Por primera vez en la historia, apareció un sistema de consumo masivo basado en el pleno empleo y en el aumento del poder adquisitivo de los ciudadanos. Y la felicidad requería, en buena medida, poder consumir. “Se confundía el tener con el ser”, opina Queralt. No obstante, desde comienzos del siglo XXI, para Asun Mena, el concepto de felicidad en los países occidentales está cambiando de nuevo, y el consumo no tiene ese papel protagonista, un cambio que, el tiempo lo dirá, posiblemente se esté viendo favorecido por la actual crisis económica.
A comienzos de los años 90 aún imperaba el modelo consumista capitalista heredado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. “La felicidad radicaba en conseguir ser alguien, en tener un estatus y la exigencia social era muy elevada, tanto que a veces teníamos que renunciar a la vida familiar y personal.
- Antes la trayectoria para llegar a la meta suponía dolor y sacrificio.
- Se basaba en el consumo, eras feliz si podías consumir”.
- Pero ese modelo consumista, considera esta psicóloga social, se agotó.En cambio, opina esta psicóloga social, el concepto que la sociedad occidental actual tiene del consumo se está transformando y dirigiendo hacia “ser tú mismo y experimentar.
Damos más importancia al viaje que al destino en sí. Sabemos que queremos conseguir algo, pero el cómo lo hagamos es lo importante”. Eso, dice Mena, nos causa menos frustración. Y es que, resume Queralt del Hierro, “el ser humano es cambiante, absorbe su entorno, los avances de su época, nunca puede tener un concepto anclado, estático, aunque se sigue pensando, fundamentalmente, tal y como decía Aristóteles, que para ser feliz había que tener tres clases de bienes: externos, como la riqueza o los honores; del cuerpo, como el placer y la salud; y del alma, como la contemplación y la sabiduría.